Las Rotas - David Muchnik
Una familia destinada al fracaso, una vida reconvertida tras un cambio de piel
“Naranja toronja”, las primeras palabras que escuché sobre la novela “Las rotas” de David Muchnik (Baltasara Editora/2019). “Entre las otras mamás, la mía se distinguía por sus enormes lentes de sol y su pelo naranja toronja enrulado” describe el pequeño protagonista a su madre, personas y adjetivos que van a acompañarnos durante todo el texto y que no se irán por varios días una vez que hayamos cerrado el libro.
Una “mamá con vocación de piedra”, una familia de lejos, un grupo al que une la sangre pero separa el desinterés, el dolor, la necesidad de no ser. “No era mamá nada más, papá también, y yo de rebote: todos nos preferíamos de lejos” dice Muchnik y la idea de familia amorosa y contenedora deja de existir en un par de palabras.
Huir como solución a todo. Del otro, del contacto, del encuentro. Jugar a las escondidas con las reglas cambiadas para desconocer, para olvidar, para perder -por cuanto más tiempo mejor- al resto de los habitantes de ese departamento que se vuelve infierno con la celeridad en que una madre se convierte en tornado. Una madre que se muere seguido pero siempre se arrepiente y regresa, luego de algunos minutos u horas, regresa de su huida hacia su propia soledad.
Una familia de tres acostumbrada a escapar de sus integrantes, puede convertirse con los años en individuos casi felices, o puede seguir escondiéndose de sí misma, a través de los gritos, del silencio, el vacío y la muerte. Acostumbrada también a reunirse cada vez como si fuera un encuentro en una plaza llena de juegos y felicidad, hasta que todo vuela por los aires y recomienza, como un paseo en calesita, sin sortija.
Pero llega el día en que la huida parece perfecta. La muerte por fin deja de ser momentánea, la soledad se convierte en compañía y el sacrificio por amor, por ese amor que en realidad nunca existió, se vuelve el único lazo que mantiene unida a la familia, a esa familia desmembrada. Un sacrificio que obliga a cambiar la propia piel, a ser otro, a crecer en un cuerpo ajeno.
En esta historia, que parece una fábula, el dolor de crecer se vuelve atroz, el costo de dejar de ser un niño se convierte en tragedia y humillación, pero también en descubrimiento. Descubrir que la familia no necesariamente es la de sangre, que la sangre puede destruir en lugar de construir. Que nuestros padres, nuestros guías, quienes nos protegen no tienen por qué ser (y en algunos casos es preferible que no lo sean) aquellos que nos han engendrado.
Los elementos fantásticos que Muchnik agrega a esta historia, todo aquello que en otro contexto resultaría inverosímil, vuelve más real, ancla la vida de los personajes en el mundo cotidiano, el del día a día que les toca vivir y morir. Crecer y partir.
“Naranja toronja” dice el niño al comienzo como una invocación, un ruego que se convertirá en exorcismo, cuando la niñez se haya marchado.
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Soledad Hessel.Editora/Redactora de trenINSOMNE. Periodista. Siempre supo que las palabras eran lo suyo. Escribe y lee desde que recuerda y tiene una pasión por los libros como objetos de culto. Conductora del programa radial "A la vuelta de la esquina" por radio La Desterrada. Coordinadora del ciclo de lecturas on-line "Lecturas en el tren". Columnista de literatura y cultura en medios gráficos y radiales. Fue corresponsal del diario La voz de Santa Cruz y de la Revista En acción de La Plata en la Ciudad de Córdoba. Además, fue miembro del Comité de Redacción y Editora del Boletín de Divulgación Científica de la Universidad Nacional de Córdoba. Notas de Soledad
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