Carlos Skliar: "Pienso en la ficción como una necesidad humana"

Carlos Skliar - Educación - Escuela

Carlos Skliar -escritor, investigador principal del CONICET e investigador del Área de Educación de FLACSO- plantea en esta entrevista sus preocupaciones acerca de la educación y la necesidad de generar espacios donde los niños puedan ser libres y disfrutar del ocio

-¿Qué es educar hoy? ¿Los avances en ciencia y tecnología hacen que el educar hoy sea diferente a lo que era hace unos años?

- Uno debería tener cuidado cuando piensa la relación entre el tiempo actual y la educación a lo largo de las diferentes épocas. Enseguida viene a la mente, con algo de liviandad y ligereza, que nuestros tiempos son únicos e irrepetibles y que sus atributos o características son siempre virtuosos en el sentido de ser “progresivos” con respecto a otros tiempos y épocas. Guardo para mí algunas dudas con respecto a qué define cada época –si es cuestión de hacerlo con mezquindad o con generosidad, es decir, si solo vemos lo aparente o la novedad y negamos la multiplicidad de signos- y pienso la pregunta en otros términos: ¿es la educación algo que tiene que ir a remolque de los tiempos que corren? Y si así fuera: ¿la educación es, simplemente, un testigo de época que se mueve a su mismo paso, acatando sus dictados? Y todavía más: ¿no habría que pensar que cada época, detrás de su fulgurante novedad, también es la memoria de lo anterior? Pero vamos a la especificidad de la cuestión: hoy en educación no solo se juegan los avances científicos y tecnológicos sino el modo en que esos avances se traducen en términos de éxito y fracaso, competencia e incompetencia, auto-realización y des-realización. Recuerdo aquí a María Zambrano cuando en 1967 alertaba sobre una posible condición infrahumana para la educación, al advertir o presumir que todo conocimiento se estaba volviendo conocimiento lucrativo y que toda idea de progreso se estaba convirtiendo en una idea de progreso solo tecnológico. Desde mi humilde punto de vista considero que educar no es adherir a la época sino formarse para ver sus claroscuros, no se trata apenas de seguir las novedades como si fuésemos serviles a ellas –y además tomando en cuenta que por “novedad” hoy se entiende el nuevo objeto de consumo y de comunicación- sino en percibir también sus tinieblas, sus contradicciones, sus hipocresías. Por supuesto que hay un evidente cambio en los formatos de transmisión, archivo y registro, pero no creo que todo ello alcance como para seguir insistiendo en que la educación cambia porque cambia la noción de actualidad.

Escribir, tan solo - Editorial Mármara - Carlos Skliar - Escritora - esducación
"Escribir, tan solos" (Mármara/2018)

- Hablas de la necesidad del tiempo libre para los niños, ¿es la escuela un espacio donde los chicos deben tener tiempo libre, es imprescindible para una correcta captación de aquello que se les quiere enseñar?

- El origen de la palabra Escuela puede encontrarse en el término Scholé que, para algunos autores significa o supone no solo tiempo libre sino también ocio, como si se tratase de la distancia respecto a la urgencia y a la necesidad. Así como algunos otros he pensado que el término podía recuperarse desde su raíz para sugerir que la formación es un atributo del tiempo libre o liberado, una experiencia de suspensión o detención en el tiempo cronológico y liberado del trabajo mecanicista y solo productivo. Por otro lado el término infancia también tiene que ver con una experiencia particular del tiempo que generalmente ocurre en la niñez y puede o no durar toda la vida: un tiempo de intensidad no reñido con el utilitarismo ni con la sucesión lineal, un modo de estar y de hacer que se vincula fuertemente al arte, al paseo, a la celebración de la vida, al juego, etcétera. Dado que veo que hoy la educación tiende a entregarse a los procesos de fabricación del futuro y del mercado es que creo que hay que liberar a los niños de esa carga y ofrecerles más y más tiempo libre. Y no solo ello: también considero que hay darles un vínculo no utilitario con las acciones y los modos de estar. La escuela así, desde mi perspectiva, es un refugio para cuidarse del mundo horroroso del mercado.

- El uso intensivo de artefactos electrónicos ¿atenta contra ese tiempo libre o es una nueva manera de utilizar ese tiempo?

Carlos Skliar - Educación - Escuela
Carlos Skliar

- No tengo una posición tomada al respecto, ni tengo alguna voluntad manifiesta contraria a los artefactos electrónicos por sí mismos. Supongo que la generación de adultos las ha puesto allí, en medio nuestro, en medio de las distintas generaciones, como un modo de entender el progreso y también como una forma mercantil de comunicar sus propias novedades. Lo que diferencia un proyecto escolar de otro, lo que hace distinta una experiencia educativa de otra no es tanto la presencia total o parcial de tecnologías –el libro también es una tecnología, si quisiéramos pensarlo así- sino, otra vez, las formas de estar y de hacer en comunidad. Si el uso intensivo de artefactos continúa orientándose hacia el consumo individual evidentemente no hace escuela ni hace comunidad, por más redes sociales que transitemos. Se me dirá que también la lectura es un gesto individual; diré que sí, pero origina una conversación colectiva única que la hace diferenciar de otros artefactos.

-¿La escuela debería abstraerse de la vorágine diaria que hoy vivimos? ¿podría ser un espacio donde los chicos puedan desconectar del afuera y estén protegidos de la “locura” de las grandes ciudades?

- No tengo ninguna duda de que la escuela debe abstraerse de la vorágine, del frenesí, de la urgencia y de la prisa en la que se vive o se pretende vivir. La aceleración del tiempo no es virtuosa, provoca una suerte de taquicardia en los cuerpos y las almas, adelanta con voracidad las edades y sus experiencias y provoca un intenso cansancio y su medicalización, casi diría un insomnio material y espiritual permanente. He hablado y escrito en muchas oportunidades sobre la necesaria vinculación entre educación y su correlato en el “tener tiempo para pensar, para jugar, para leer, para escribir, para dibujar, para no hacer nada inclusive”. Si es cierto que dentro de no mucho tiempo la mayoría de la población vivirá en los centros urbanos, entonces con más razón las instituciones educativas deberían enseñar otros modos de vincularse con el tiempo a partir de la niñez, básicamente otras formas del aprender a vivir. En ese sentido creo que educar es un gesto que contradice que las dos únicas opciones para hacer y estar son la intemperie de la calle y la exposición a la violencia por un lado, y la intemperie de los centros comerciales y la exposición al consumo, por otro.

-¿Cómo se arma una idea de educación en un país como el nuestro tan extenso y con tantas realidades diferentes?

-Se pueden delinear aspectos comunes, formas y funciones políticas para comprender la educación en términos generales y proceder a mirar el conjunto, sí, pero solamente a partir de la irregularidad de las necesidades puntuales de cada comunidad educativa. Es necesario un cierto registro de lo público, pero jamás someterlo a la lógica del mercado y de la productividad como únicos criterios para juzgar los proyectos. Pero yo creo fuertemente en la autonomía de los centros educativos, en su singularidad, en la capacidad de trazar sus propios instrumentos de reflexión y de las travesías a seguir. Cada institución hace su escuela, en el sentido que es reflejo de las preguntas que se hace a sí misma y el modo que tiene de pensarlas.

-En esta época de hiperconectividad haces en tu libro “Escribir, tan solos” una suerte de apología de la soledad, ¿cuán necesaria es esa soledad? ¿es posible estar solo? ¿estamos realmente acompañados al estar conectados con tanta gente a través de medios digitales? ¿cómo influye en los chicos esta hiperconectividad?

-Ese libro tuvo otra intención, quizá más de construir una suerte de ensayo literario y no tanto de vincularlo con la actualidad o con la coyuntura educativa y política actual. Es el resultado de años de lectura literaria que convergieron en una escritura inesperada para mí, donde se ve reflejada mi pasión por los libros –por algunos libros-, por los escritores –por ciertos escritores- y por algunos personajes de la literatura contemporánea. Por supuesto que se trata de una defensa o de una celebración o de un elogio a la soledad como principio y no tanto de lo solitario como condición no deseada. Se puede, aún así, relacionarlo con lo formativo en el sentido de una respuesta virtuosa contra el barullo y el tumulto, un refugio para cuidarse del atropello y la repetida humillación, un modo de estar y de hacer contra-epocal. Y tiene, desde ya, una resonancia muy fuerte en lo que aún puede ser la formación lectora y escritora, si acaso ello tenga algún sentido para estos tiempos: en efecto, para poder leer se requiere de una atmósfera de soledad, un quedarse en paz o un ser dejados en paz por el mundo de la exigencia y del rendimiento. Lo que todavía debería pensarse es como considerar la soledad en su pasaje de lo individual a lo colectivo, como para no dejarla en manos solamente de quienes pueden disfrutar o gozar de ella con exclusividad, mientras el resto permanece amenazado por la constante ebullición ruidosa del mundo.

-Adultos de distintas ramas sostienen que los niños y adolescentes de hoy no leen literatura -personalmente creo que no es así-, ¿qué podemos hacer para que esos niños/adolescentes que no leen se acerquen a los libros? ¿es indispensable que lo hagan? ¿qué tan importante es ese acercamiento a la literatura para la formación de los chicos?

-Pienso en la ficción como una necesidad humana y me alejo completamente de cualquier pretensión de relacionar la literatura con un fin utilitario y mercantil. Ese vínculo ha destrozado la potencia de la lectura literaria. Lo primero que habría que decir es que en verdad son los adultos los que casi no leen o leen muy poco y mi única preocupación en este sentido es como se transmite o se hace un pasaje de una generación a otra si aquellos responsables de hacerlo no le atribuyen un sentido estético y vital a la lectura, aunque sostengan su carácter moralizador – “la importancia de la lectura”-. Por otro lado no hay que olvidar que la lectura también forma parte de las industrias culturales y que sus procesos de época se han vuelto igualmente mercantiles y televisivos. Me propongo resguardar aquello que podríamos llamar “la inutilidad de la lectura”, es decir, el leer porque sí, para ningún fin material, porque da gusto hacerlo, porque vale la pena, porque se pueden vivir otras vidas aparte de las nuestras, de las que nos tocan en suerte, porque se pueden experimentar otras formas de tiempo y espacio aparte de las nuestras. Mi próximo libro ya lleva esta impronta y tendrá como título “La inútil lectura”, inútil en el sentido de ir contra la corriente de que todo lo que hacemos tiene que tener utilidad o utilitarismo. Si la pregunta permanente es “¿para qué leer?”, mi respuesta ahora es “para nada”, haciendo de la lectura, otra vez, uno de los refugios en los que sea posible otra vida y otro mundo.



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Soledad Hessel.Editora/Redactora de trenINSOMNE. Periodista. Siempre supo que las palabras eran lo suyo. Escribe y lee desde que recuerda y tiene una pasión por los libros como objetos de culto. Conductora del programa radial "A la vuelta de la esquina" por radio La Desterrada. Coordinadora del ciclo de lecturas on-line "Lecturas en el tren". Columnista de literatura y cultura en medios gráficos y radiales. Fue corresponsal del diario La voz de Santa Cruz y de la Revista En acción de La Plata en la Ciudad de Córdoba. Además, fue miembro del Comité de Redacción y Editora del Boletín de Divulgación Científica de la Universidad Nacional de Córdoba. Notas de Soledad

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