La canción del arrozal - Lafcadio Hearn

Intercalando momentos poéticos, ensayísticos y anecdóticos en torno al sonido que emiten algunos insectos presentes en Japón, Hearn construye un universo mágico
 La canción del arrozal - Lafcadio Hearn  - Andrea Papini - escritura japonesa - poesía- Jap´+on - narrativa japonesa - autores japoneses - escribir - animales - También el caracol

¿Por qué un libro de este periodista irlandés de nacimiento y que nunca dejó de escribir en inglés es parte de la colección de literatura japonesa de la editorial También el caracol? Para responder a esta pregunta hagamos un breve recorrido por la vida de Lafcadio Hearn.

Nació en una pequeña localidad de la isla de Léucade, en el mar Jónico, en el año 1850, de padre irlandés y madre griega. Vivió en Dublín, en Gales, estudió en Inglaterra y en Francia. Por diversas circunstancias emigró a Estados Unidos e incursionó en el periodismo. Allí se hizo un nombre como cronista debido a los temas que trataba y a su pulido estilo literario. Se dice que tenía un carácter explosivo, que solía pelearse con sus editores. Algo así pasó cuando en 1890 llegó a Japón enviado por The Harper’s Magazine.

Una vez desvinculado de la revista, se jugó por este país del que casi nada sabía, pero que lo hizo sentir feliz por primera vez: se enamoró y se casó con Setsuko Koizumi, hija de un samurai, se estableció como profesor de inglés en Matsue, una localidad de difícil acceso y clima inhóspito, de la que también se enamoró. Luego vendrían las mudanzas, los hijos, una cátedra en la Universidad de Tokio, su nacionalización y conversión al budismo, y la adopción de su nuevo nombre: Yakumo Koizumi. Hasta 1904, año en que murió en Tokio, Lafcadio Hearn se dedicó a escribir sobre Japón, país que correspondió su dedicación con un gran reconocimiento.

“La canción del arrozal” es una selección de artículos originalmente incluidos en diferentes libros de Hearn. Fueron curados por Mariana Alonso, directora de la editorial, quien además fue la traductora. El criterio de selección fue la musicalidad, es un libro centrado sobre todo en lo auditivo.

En los artículos se intercalan momentos poéticos, ensayísticos y anecdóticos en torno al sonido que emiten algunos insectos presentes en Japón (a los que se suman las ranas), o, en el caso de las mariposas, que no tienen un sonido propio, la musicalidad proviene de los múltiples poemas sobre ellas, lo que nos lleva a experimentar de una forma muy cercana ese Japón íntimo y minúsculo.

La lectura nos representa un desafío como lectores acostumbrados a movernos entre géneros más o menos definidos. Acá los géneros se desdibujan todo el tiempo, aunque el objetivo es claro y siempre el mismo: transmitir, a quienes no la conocen, la cultura japonesa desde los ojos y los oídos de un gaijin, un extranjero que hizo todo lo posible por asimilar ese universo.

Se combinan descripciones y clasificaciones de estos insectos, lo que haría pensar en un texto de divulgación científica. Por ejemplo, una enumeración de las virtudes de las cigarras, entre las que se cuenta: “No come nada que venga de la tierra y solo bebe rocío, prueba de su limpieza, pureza y decoro”, que tiene mucho más de poético que de científico. También aparecen historias tradicionales, como la de la antigua novia transfigurada en mariposa blanca que visita a su amor en el último lech; algunos métodos para cazar libélulas; además de relatos que hoy nos suenan increíbles, pero que en algún momento fueron reales, como la existencia de un gremio de vendedores de insectos o la creación de una fábrica de jaulas para contenerlos y transportarlos.

Y, lo más importante, una extensa selección de poemas breves. La composición de poemas era una costumbre instalada entre los japoneses y debía seguir determinadas reglas en cuanto a los temas o las relaciones entre elementos. “Todo niño japonés conoce algo de estas reglas”, nos dice Hearn. En algunos de los poemas incluidos consignó el nombre del autor, como en este de Moritake: “Vi la flor caída / retornar a su rama, / era una mariposa”, o este otro del famoso Bashô: “En el antiguo estanque / saltan las ranas / sonido del agua”. En muchos otros el autor no figura y eso dificultó la búsqueda de la fuente original.

Porque tal como indica Miguel Sardegna en el estudio preliminar que acompaña a la edición, muchas veces Hearn, en su intención de mostrarnos el mundo oriental a los occidentales, explica por demás, como cuando hace aclaraciones entre corchetes dentro de los poemas. En ese sentido el trabajo de traducción debió buscar el equilibrio entre la versión literal y aquella que garantizara el goce estético al lector, sin dejar de ser fieles al interés de Lafcadio Hearn. Y lo logró.

Quizá la lectura de los poemas sea la tarea más cautivante y desafiante a la vez. Como Lafcadio mismo dice en el capítulo sobre mariposas: “El gusto por la poesía epigramática se adquiere con el tiempo; y es de a poco, con un estudio paciente, que uno puede valorar las posibilidades de este tipo de composiciones”. El consejo entonces —como siempre en poesía— es ser pacientes, no devorar los poemas, sino por el contrario, reservarlos para leerlos en momentos elegidos, de forma aleatoria, o retomarlos luego de unos días —cada uno encontrará su propia forma— y así poder encontrar la llave personal para acceder a su contenido profundo.

“La canción del arrozal” es, en síntesis, un libro para tener al alcance de la mano, porque nos lleva, como un puente, a un mundo atemporal y lejano poblado de sonidos y de imágenes casi fantásticas, como la de los niños que cada verano celebran sus cacerías de luciérnagas en las noches sin luna.



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Andrea Papini.Andrea Papini nació en Buenos Aires en 1968. Es redactora literaria, lectora voraz, indagadora de las diferentes formas de la escritura. Su ensayo Ángeles caídos fue publicado por la Rio Grande Review, revista de la maestría literaria de la Universidad de El Paso, Texas. Su poema en prosa Esta casa recibió una mención del jurado y fue incluido en la V Antología de la editorial Ruinas Circulares. Dicta talleres de lectura y está terminando su primer poemario.Notas de Andrea

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