Los años tristes de Kawabata - Miguel Sardegna
Una belleza atroz y profunda, que nos paraliza hasta el dolor, en la primera novela de Miguel SardegnaLa tarde en que Facundo Fuentes encontró, al volver de la escuela a su madre colgando de la escalera, sus pies de uñas rojas flotaban frente a él. Como una bandera, como una presencia de muerte que ya no lo abandonaría.
La novela Los años tristes de Kawabata de Miguel Sardegna, relata la búsqueda de un hombre que decide ir hasta el lado opuesto del planeta para intentar darle cuerpo al pasado de su madre, representado por esos libros de caligrafía inteligible y los tres kimonos que lo preservaban en la oscuridad de un estante alto descubierto en su infancia y que regiría a partir de entonces un patrón de movimientos detrás de un objetivo que se definiría años más tarde.
En el comienzo del libro, su protagonista, Facundo Fuentes, está dando una clase de literatura japonesa con una dedicación superficial, rutinaria, cuando recibe el llamado de una desconocida anunciando la muerte de su padre. Un padre del que estaba distanciado desde hacía tantos años que ya era prácticamente un desconocido para él. Esa muerte despierta en Fuentes una serie de sentimientos poco previsibles. Si bien tiene cierta curiosidad por saber qué fue de su padre durante el largo tiempo en que no lo vio, lo que lo cautiva a partir de ese momento es la necesidad de reencontrarse con su madre. Esa madre a la que él y sus pocos años habían visto ahorcada, colgando de la escalera familiar.
El padre había decidido no revelar a nadie más la causa de la muerte y ese ocultamiento resultó un segundo abandono para Facundo. Al perder a su madre perdió también al padre. Sus caminos comenzaron a separarse hasta ya no tener nada en común. Después de muchos años, la invitación de la hija de su nueva pareja a la cremación en ese llamado, sacudiría a Fuentes.
Esa conmoción lo hace volver a sus recuerdos de infancia, pero también acercarse más a su admirado Yasunari Kawabata —primer japonés en ganar el premio Nobel de literatura en 1968— con quien, además, se siente hermanado en la orfandad. Con la excusa de buscar material para un artículo académico, se decide a viajar a Japón a buscar claves sobre su madre, sobre él mismo.
Yasunari Kawabata tuvo una niñez devastadora: sus padres murieron cuando él era muy pequeño, se crio con su abuelo ciego hasta su muerte cuando apenas llegaba a la adolescencia. Esas no fueron sus únicas pérdidas, y una tristeza cristalina tiñe todas sus páginas. Si bien Fuentes asiste al funeral de su padre, no pasa de la puerta y durante los meses siguientes parece tener la necesidad de vivir esa experiencia que había evadido. Toma la costumbre de ir al cementerio de Chacarita para mezclarse en los funerales de personas desconocidas, se involucra como no lo hizo en el que le tocaba de cerca: ayudando a llevar el cajón, brindando consuelo, sintiendo el dolor de la pérdida. “Como Kawabata, yo miraba los rituales de la muerte y aprendía”.
A medida que avanzamos en la lectura, las continuas referencias a las distintas obras de Kawabata —Lo bello y lo triste, Cartas a mis padres, País de Nieve, etc.— nos despiertan unas ganas tremendas de descubrirlas o releerlas. Incluso es interesante intercalar ambas lecturas, la de Sardegna y la del japonés, porque así ese peregrinar por el pasado y por senderos de templos secretos y desfiles tradicionales cobra un volumen mucho más disfrutable.
Sardegna logra introducir entre los párrafos de frases cortas y precisas, algunas imágenes poéticas de espíritu kawabatiano que quitan el aliento, por lo general al referirse al momento en que encuentra el cuerpo de su madre al volver de la escuela: “la baba humedeciendo un bordado de mil grullas en un kimono heredado”.
Hacia el pasado, hacia la infancia, hacia Japón y sus templos, sus festivales. Lejos en el tiempo, en el espacio, pero tan cerca como ese estante alto de su casa en el que su madre atesoraba lo que le quedaba de Japón, de sus orígenes.
Esta novela está dividida en tres partes: Buenos Aires, Kioto, y entre medio, la infancia. Miguel Sardegna escribió la mayor parte durante uno de sus viajes a Japón y el resultado es un tributo a Kawabata, a la literatura japonesa. Una incitación al lector a explorar también el legado de autores como Matsuo Basho, Kenzaburo Oé, Yukio Mishima.
El autor nació en Buenos Aires en 1978. Publicó anteriormente los libros de cuentos Horario de oficina y Hojas que caen sobre otras hojas, que obtuvo el Primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires en la categoría libro de cuentos inédito, bienio 2010-2011. Es docente universitario, jugador de ajedrez dedicado y uno de los directores de la editorial También el caracol. Los años tristes de Kawabata obtuvo la primera mención del jurado del premio Clarín de novela en 2016 y debió esperar injustamente a ser publicada hasta 2020.
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Andrea Papini.Andrea Papini nació en Buenos Aires en 1968. Es redactora literaria, lectora voraz, indagadora de las diferentes formas de la escritura. Su ensayo Ángeles caídos fue publicado por la Rio Grande Review, revista de la maestría literaria de la Universidad de El Paso, Texas. Su poema en prosa Esta casa recibió una mención del jurado y fue incluido en la V Antología de la editorial Ruinas Circulares. Brinda talleres de lectura y está terminando su primer poemario. Notas de Andrea
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