Correo no deseado - Jazmín Carballo y Matías Puricelli - ADELANTO

Presentamos un adelanto de la novela epistolar "Correo no deseado" de la escritora, directora de cine y actriz Jazmín Carballo y el escritor, director de teatro y programadorMatías Puricelli, publicado por Oelia, ya disponible en las librerías de todo el país
Correo no deseado - Jazmín Carballo - Matías Puricelli - novela epistolar - cartas - cartas de amor - 14 de febrero - día de los enamorados - Odelia - literatura argentina - adelanto de libros - autores argentinas

Tanto tiempo

Estaba barriendo el living de casa y no podía parar. Primero me desesperé un poco porque pensé que podía estar toda la tarde barriendo sin final, pero después me di cuenta de algo más importante y por eso te escribo. Hola, tanto tiempo.

No podía parar porque siempre había un poquito más de tierra, siempre. Primero barrí la tierra evidente, la que se ve a simple vista, la que te hace acordar cuando pasás por ahí que hay que barrer, que el piso está sucio. En el caso particular de mi casa (me mudé hace un año) suele haber restos de pintura de las paredes que tienen un poquito de humedad y se descascaran, ya casi me acostumbré. Al principio me molestaba, pero pintar es un quilombo. Terminé de barrer y cuando me di vuelta, en el piso, el mismo piso que había barrido recién, volví a ver tierrita, así que agarré la escoba y volví a barrer, en el mismo lugar, mismo mismo, eh. Yo pasaba la escoba, ponía toda la tierra en la pala, me daba vuelta y volvía a haber tierra, polvo, no sé qué es, pero cuando paso la escoba algo se acumula, sin final.

Uno deja de barrer cuando se cansa, no cuando deja de haber tierra, me di cuenta. Sí, todo ese párrafo para esto.

¿Qué estamos haciendo hace tres años con este silencio tácito en el que nos sumergimos? Sí, dije sumergimos, sé que estarás pensando que siempre uso palabras que tienen que ver con el agua para hablar de cosas que nada tienen que ver con el agua. No cambié tanto, en fin.

Dejamos de hablar y de vernos porque estábamos cansados, por si no se entendió la metáfora, la epifanía. Te encantaba la palabra “epifanía”, ¿te sigue encantando? Que pregunta pelotuda. Te encantaba cuando me respondía a mí mismo “que pregunta pelotuda”. ¿Te seguirá encantando? CUAC. Quedó viejo el cuac, ¿no? Por momentos parece que todo quedó viejo.

Tres años es un montón de tiempo, más con todo este quilombo, y volverte a seguir en las redes sociales para saber algo de vos me parecía un poco triste.

Bueno, eso. Yo, por lo menos, siento que ya descansé. ¿Cómo estás?

Ojalá sigas usando esta casilla de mail, y si no, bueno, si no, no sé.

Saludos, Facu



Saludos

Saludos. Que me digas “saludos” me parece un glitch, un pixel gigante, un rasguño en el cancán. ¿Saludos, me pusiste? Siento que es algo que se coló en la carta como quién no quiere la cosa. Como esa palabra que decís cuando querés decir otra, ¿viste? Y esa palabra sorpresa te revela cosas que no pensabas que pensabas, pero sí, las pensabas. Están ahí tranqui hasta que suc, se te vienen, te desnudan, te desnudan ante vos misma. Me pasó el otro día eso, cuando le conté al Juli que me escribiste. Sí. Le conté al Juli que me escribiste. Mi silencio no fue porque no quisiera responder, sino porque no sabía cómo, ni qué, ni cuándo. Quedé muda, en shock, estatua. Estatua con una sonrisa. Una sonrisa entre Mona Lisa y Julia Roberts. Así quedé, con la boca en esa posición, pero sin sonido. Y cuando le conté al Juli, le quise decir: ¿A que no sabés quién me escribió?, pero me salió: ¿A que no sabés quién me pasó a buscar? Y ahí me acordé de que esa era la sensación que yo tenía justo cuando dejamos de vernos: que me pasaras a buscar. Fantaseaba con eso. Con que un día, así de la nada, en un rapto de decisión, pasaras a buscarme como lo hacías cuando estaba todo bien. No sé bien qué es “todo bien”. Tampoco estuvo todo mal. Bueno, yo no la pasé del todo bien, pero no es “bien”. ¿Ves? Bien y mal nos queda chico, bueno, voy a decir: antes de lo que pasó, antes del silencio. Porque ahora que lo pienso, después de tu email, este de ahora, fui yo la que quedó silenciomudaestatua, y siento que una parte mía recién hoy te puede comprender. Porque cuando pasó todo lo que pasó, fuiste vos el que se apagó, el que se calló, el que se petrificó. Y quizás ahora se produjo el intercambio, la rotación. Algo de mí comprendió lo que es no poder, lo que es querer y no poder.

¿Sabías que te mandé mensajes telepáticos? Ahora que lo digo suena medio ñoño, pero en el momento lo creí fervientemente. Sentí tanta rabia cuando te fuiste, o cuando no volviste, que quería acortar ese silencio y te escribía en mi cabeza. Me subía a la terraza y te mandaba cartas. Mantuve conversaciones enteras donde nunca nos despedíamos, hablábamos hasta el amanecer. Borradores de conversaciones, posibilidades de respuestas mías, tuyas, tuyas, mías. En un momento sentí como si me hubiera devorado a los dos y terminé hablando con una nueva voz, una nueva voz producto de la fusión de nosotros dos. Y cuando me llegó tu email me acordé de esa loca telepática que fui y sentí que de alguna manera esos mensajes llegaron. Tal vez con delay, tal vez con el tiempo justo o con el tiempo que tenía que ser. Pero no un “tenía que ser” como algo vinculado al destino, sino el que tenía, o tiene (ya no sé en qué tiempo verbal hablar), el que tiene que ser para nosotros, escribir “nosotros” me da calor…, bueno, entre vos y yo.

Cuando leo tu “CUAC” siento tu voz. Y puede que sí, que suene viejo, pero yo lo leí como un “AH RE”. Quedó todo viejo, parece, por momentos… Sí, pero tu email me actualizó, de alguna manera le puso play a toda esa vida detenida, transformó la foto que fuimos en algo con movimiento.

Hace unos días vi nuestra película, la de Julia Roberts. Sigo sin tener tele, pero acá donde estoy hay dos, cada tanto hago un zapping y siempre que veo a Julia la dejo para ver si es la nuestra. Y sí, era. Enganché la parte en que está trabajando a full en la oficina, los compañeros no lo pueden creer, es otra, se va descamando y haciéndose cargo del personaje nuevo. Qué adrenalina/felicidad me da esa parte en las películas. Después de que viste al personaje caer, fallar y quebrarse, caer, fallar y quebrarse… algo se abre, algo gira, es mínimo, eh. Como si el agua encontrara la grieta y se filtrara, confiara en el camino, abriera el dique y traaa, ¡cascada! Bueno, ahí, Julia está re cascada, no la para nada, no la para nadie. Justo esa parte enganché y le saqué una foto a la película, bah, a la pantalla con ella adentro. Me pregunto, si alguien estuviera mirándome desde afuera, a qué partes le haría screenshot. ¿En qué parte de la peli estaré ahora? Si estoy en la cascada todavía no me doy cuenta, ¿vos en qué parte te sentís?

Afectos.

Carolina



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