El enano de jardín / Contámelo de nuevo - Claudio García Fanlo
La tragedia prevista, la fantasía, el terror ante lo inexplicable se conjugan en "El enano de jardín" y "Contámelo de nuevo" los dos textos que hoy presentamos del escritor y libretista Claudio García FanloContámelo de nuevo
Contáme qué pasó, contámelo de nuevo Tano, no es que no te crea, pasa que vos hablás rápido y no te entiendo, saltás de una cosa a la otra cuando me decís que no tenés nada que ver, que el flaco Leto te cayó sin avisar y ya era de noche, que vos ya te estabas por acostar, que el flaco Leto estaba como loco, otra vez con la misma persecuta, por eso no le doy bola cuando me llama, pero vos Tano le seguís dando manija, que ya habíamos quedado que de eso no se hablaba más, que era al pedo seguir revolviendo la mierda, como si ahora la cosa pudiera ser distinta, pero bueno, entonces me decías, que el flaco Leto te tocó la puerta, y ya te estabas por ir a acostar, que Leto necesitaba hablar de que no podía dormir, de que alguien lo seguía, de que escuchaba voces en su cabeza, ¿cuántas veces hablamos de esto Tano?, que ya sabíamos lo que podía pasar, pero ahora Leto, que me decís que te cayó de golpe sin avisar, y ya era de noche, y le abriste la puerta y se te quedó mirando pálido como un papel, y te dijo que alguien lo había batido, y vos le dijiste que se quedara tranquilo, que nadie iba a investigar nada después de tanto tiempo, que le ofreciste un café, que le pediste que se sentara y se tranquilizara un poco, pero que no hubo caso, que Leto ya estaba fuera de control, ¿y por qué carajo no me llamaste antes digo yo?, que yo a Leto lo conozco, lo puedo manejar, como cuando lo convencí para que saliéramos de caño los tres, pero ahora me decís que se fue todo al carajo, que no sabés de dónde puta sacó ese revólver, y que sin darte tiempo a nada se lo metió en la boca y se pegó un tiro el boludo, y ahora me llamás para contármelo, para que yo vuelva a arreglar todo, como aquella vez en que se le escapó un tiro, o para qué carajo me llamás sino Tano, ahora calmáte, y contámelo de nuevo todo otra vez.
El enano de jardín
¿Me puedo deshacer del enano?, pregunté a la dueña después de haber firmado el contrato y abonado el primer mes de alquiler. Haga lo que quiera, respondió sin mirarme, todos preguntan lo mismo, agregó. Dicho esto, pegó media vuelta y se fue. Vieja culeada, pensé. La casa no era gran cosa, era pequeña, pero la plata me cerraba, y tenía ese jardincito en el frente que le daba un toque pintoresco. Salvo por el enano. Estaba descolorido, le faltaba el dedo pulgar de la mano izquierda y además tenía una sonrisa burlona, macabra diría, una expresión que los bigotes y la barba tupida no alcanzaban a disimular. Esa primera noche dormí mal, incómodo, dando vueltas en la cama, atormentado por una pesadilla recurrente que no podía recordar. Me levantaba a cada rato para tomar agua, mear o asomarme por la ventana para distraerme un poco. En la oscuridad de la noche me llamó la atención no ver al enano en el jardín. Si se lo había afanado alguien me habían hecho un favor, pensé. Al día siguiente cuando salí para ir a trabajar me pegué un susto bárbaro. Abrí la puerta y me encontré con el enano parado frente al umbral como esperando para entrar. ¡La puta madre!, grité asustado. Miré para todos lados, buscando al gracioso que se había tomado el trabajo de hacerme una joda. Bienvenido al barrio, pensé. Mientras tanto el enano me miraba estático con esa mueca grotesca en el rostro. Y vos que miras, pelotudo, me descargué, y amagué con pegarle una patada. Lo levanté y lo volví a dejar a un costado sobre el pasto. Para ser de yeso era bastante pesado el hijo de puta. Ese día volví tarde de trabajar, había tenido un día de mierda en la oficina. El enano seguía en el mismo lugar donde lo había dejado. Entré, me preparé algo rápido para comer y me metí en la cama. Aunque estaba cansado, volví a tener problemas para poder dormir. En los momentos en que empezaba a conciliar el sueño me despertaba sobresaltado siempre con la misma pesadilla. En realidad, con la misma sensación de haber tenido una pesadilla, porque no lograba recordar nada. La cuestión es que pasé otra noche en vela hasta que sonó el maldito despertador. Casi me quedo dormido en la ducha y terminé saliendo a las apuradas para el laburo. Mientras cerraba la puerta, miré de reojo en dirección al enano y tuve una extraña sensación, como si me estuviese observando. Me estaba obsesionando demasiado con ese gnomo. Ese día volví tarde otra vez, cansado y de mal humor, pero no estaba dispuesto a dormir mal de nuevo. Por alguna razón se me había metido en la cabeza que mis problemas con el sueño tenían que ver con el enano del jardín, me lo tenía que sacar de encima de una vez. Salí al jardín con una pala y comencé a cavar. El enano parecía mirarme impávido con la vista errática y descolorida. ¿Qué carajo mirás? pensaba mientras cavaba. Por suerte la tierra estaba húmeda y en un ratito ya tenía un pozo lo suficientemente grande como para que quedara bien cubierto. Después iba a ver de arreglar un poco el pasto y comprar algunas plantas y flores para darle un poco más de onda al jardín. En aquel momento me sentí aliviado. Tenía unas birras en la heladera, asique pedí una pizza al delivery, me quedé mirando un poco de tele y después me fui a la cama. Esa noche dormí bárbaro. Sugestión o no, sacarme de encima al enano había dado resultado. Al otro día desperté como nuevo. Me bañé, me vestí y desayuné pensando que una manito de pintura no le vendría mal a la casa. Abrí la puerta de calle y salí al jardín. De pronto sentí que algo me sujetaba del tobillo con tal fuerza que me hizo tropezar y perder el equilibro. Mareado por el golpe, alcancé a distinguir una parva de tierra amontonada junto a una gran fosa, y la sombra del enano aproximarse. En ese instante fugaz, pude recordar la pesadilla que no me había dejado dormir, y eso fue lo último que recordé.
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