Drageando al Cervantes
Un encuentro glamouroso entre la despectivamente llamada "noche" y un Teatro Nacional. Drag Queens copando el escenario del Cervantes a fuerza de talento, desparpajo y purpurina
Bajan las luces de los sets televisivos que forman la escenografía que dragea al Salón Dorado del Teatro Nacional Cervantes y se enciende la maricoteca. Baja la bola de cristal, sube un sótano, se arma una disco under. Como un gran poema que pasa en una fiesta. Un poema que es como el trailer de una fiesta, fugaz y feliz, pero con sus bajadas, de los propios personajes, de unx mismx. Como una transformación en la pista: de disco ninfa a pesadilla y viceversa, los huesos titilan electro. Esqueletos de neón se proyectan mientras Diego Benedetto, el actor que encarna la voz protagonista, rebota en sus rodillas con la handography más épica. El fantástico irrumpe para tirar purpurina a las terrazas urbanas en las que tortas en tetas cocinan asados de carne y veganos; porrito antes del almuerzo. Una alemana que hace un monólogo en inglés reposa sobre una cama con las persianas cerradas, y la pensión, con cucarachas agazapadas, sus azulejos gritando decadencia, esconden una estrella.
Patricio soñó estos shows como un modo de traer la política de la noche. Un blend entre la precarización y lo under y el salón dorado de un teatro nacional del centro. Un blend que no es aspiracional; todo lo contrario, es la periferia ejerciendo un lugar, una voz, un lenguaje. Una polisemia de todo eso. Patricio escribe en el texto, La Tonia –una drag de los 80/90s– ahora lipsinquea esta canción, y ahí: el link, http dos puntos barra barra, la transtextualidad ejerciendo su lugar, su voz, su lenguaje. Su monstruosidad diría Daniel Link. Vogue, pose, shablam lobotizante, un supercut, ecos a tradiciones e imaginarios que nos han sido negados.
La angustia y la fiesta conviven, tentadas de su desgracia paralela, junto a mucho dixit marica. “Ubicate mamita, sentate y escuchá”, verborrágica y pedagógica, yoica pero leal, Lautaro La Tonia despliega su cabaret vedette bidet, muy Paris is burning, con un ojo puesto en la marquesina marplatense, avenida Luro; y el otro, en los insectos y la humedad que como hiedras se cuelan entre los azulejos y las paredes de una vida detenida en un tiempo engañosamente lento. La soledad de quien ha chupado pija y ha guardado silencio como mandato, la que no ha besado demasiado porque se le ha negado en ese símbolo absurdo la idea del amor. Eso era la vida, invisibilizarse y luego maquillar la decadencia y salir a romperla en un show, un showcito. Las visuales mapean, se tatúan sobre la escenografía y la convierten en una película. Una alemana obse cuenta una historia que se subtitula simultáneamente sobre la pared de una habitación blanca con las persianas bajas. Una señora fiambre emerge y SE INDIGNA, así con mayúsculas, porque dos fuman porro. Sin embargo, no se escandaliza porque una lo hace en tetas, ese gesto es rescatado dentro del halo fascista y fétido que recubre a la señora que está muerta y no se dio cuenta, un cuerpo que nadie reclama pero anda. Como tantos otros, solos, tantxs otrxs viajantes. Como una madre sin hijxs buscándolxs desesperadamente; hay madres que acompañan, hay madres que niegan. Padres que tienden un puente y rezan. Madres densas. Padres que esperan en un tiempo engañosamente lento. Madres del instante. Madres como Liza, alcohólicas y faloperas.
Figuras de pijas, corazones y cerebros en goma eva se mueven en stop motion por el escenario mientras José Ocampo pulsa la botonera con frases grabadas durante los ensayos, frases como “ay mirá, ahí viene la barbie viene la cacho, mejor me voy con ellas mi amor”, con tono Casanesco. Cada personaje hace su reveal, después otro, se quita el maquillaje, de a poco, se suelta el pelo, se lo peina con los dedos, se desdragea, hasta mostrar la monstruosidad cruda: siguen la piel, los huesos, desnudas como cocoons celebran un velorio y un nacimiento. Desterritorializar el cuerpo, el género, la lengua.
Quisiera leer el texto entero, porque la obra es un recorte adecuado al tiempo estipulado por el teatro, pero hay más, siempre hay más en las producciones de Patricio y todas invitan, ninguna clausura, todas democratizan, abren… el ano, que es justo y necesario. En su hit trolo –que puede escucharse por Spotify– Política del Culo, la metáfora conceptual argentina del ano aparece en todas sus dimensiones. El ano es el territorio metafórico de la ruptura, y Testimonios puertea, desgenerando el género, el cuerpo, la lengua.
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Gonzalo Zuloaga. Gonzalo Zuloaga nació en La Plata, entre sus diagonales y universidades. En 2017 editó su primer poemario Predicciones del Año Kitsch con Peces de Ciudad. A este le siguió Hackers D.O.S, fanzine co-producido con Jule Gore e ilustrado por Clara Spaltro. Es columnista de la revista trenINSOMNE, escribe para la colectiva Extrañas Noches Literatura Visceral, y comparte poemas en su Facebook y en Ciudad Kitsch su blog personal. Fue ganador de Mención Especial por unanimidad en el Primer Certamen Nacional de Literatura (2016, Conurbana.cult) en la categoría poemario por su obra Resucitando Edipos, publicada en la colección Voces del Cono Sur. Algunos de sus textos fueron seleccionados para su publicación en la revista Monolito Arte y Cultura (Méjico) y las antologías Palabras en Flor (España), En el momento del caos y Al filo del remolino (Ediciones Frenéticos Danzantes, Argentina). Participa en recitales de poesía, condujo la sección #cóctelypoesía en el programa La Terraza por Radio Provincia FM 97.1, y conduce Krakatoa, programa radial que sale al aire todos los sábados, también, por Radio Provincia FM 97.1. Notas de Gonzalo
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