Mala sangre - John Carreyrou

Las brujas de Wall Street en el amanecer del American Nightmare. Estafadoras, salud, mentiras y los medios en el ocaso del gran sueño americano
Mala sangre - John Carreyrou - libros - estafas - leer - lecturas - periodismo - Gonzalo Zuloaga - crónica periodística



Las brujas de Wall Street en el amanecer del American Nightmare podría llamarse este suceso en el cual me encuentro, de casualidad o por el algoritmo, terminando de ver Inventando a Anna por Netflix, leyendo sobre el caso de Etel -la estafadora cordobesa que recaudaba 3 millones de pesos por día-, y escuchando a Yanina Latorre contar que una amiga de su hija hizo compras en dólares después de copiar los datos de las tarjetas de crédito de sus amigas. Ninguna de ellas tiene nada que ver con Hetty Green, la verdadera bruja de Wall Street, pero de alguna manera actualizan su ambición desenfrenada, una necesidad que nace del privilegio y la voracidad, no de la falta. El sentido neoliberal promercado es voraz en su esencia, funciona como una topadora humana: el otro no existe o el otro es un obstáculo o un contacto, nuestras relaciones son negocios, el cariño es un bono. Con matices, más tarde o más temprano, el sentido común neoliberal invita a asumir la identidad del estafador, del mentiroso, para subsistir y alcanzar el éxito, o sea: el dinero, en la jungla de alianzas y traiciones sucesivas. Este componente de la identidad norteamericana, esta premisa de “ser norteamericano es ser rico y poderoso” (no hay límites respecto de cómo llegar a eso), y su sentido común esparcido como amuleto de distinción y mérito para el desclasado, el aspiracional, resuena en la non-fiction La mala sangre de Jim Carreyrou, que podría dialogar perfectamente con cualquiera de los casos antes mencionados.


Elizabeth Holmes

Elizabeth Holmes es una chica blanca y bien de una familia de clase acomodada estadounidense. También es bien ambiciosa, enfocada y carismática; y, sobre todo, mentirosa. A los 19 años, todavía una estudiante de Stanford, funda la empresa de atención sanitaria Theranos, cuyo nombre es una combinación de terapia (therapy) y diagnóstico (diagnosis). La meta de la compañía es iniciar una revolución en el sistema de salud pública norteamericano creando, en principio, un parche para la aplicación de medicamentos, y luego, métodos sencillos y efectivos para el análisis de sangre: puntualmente, un tipo de nanotecnología mediante la cual sería posible llevar a cabo hasta 240 exámenes simultáneos a través de la extracción de una sola gota del dedo pulgar. Una pequeña aguja extraería esa gota, que se conservaría en un microchip, que después sería insertado en la máquina de análisis, bautizada como The Edison. Esta máquina, merchandising fundacional de la empresa, sería la encargada de recolectar data sanguínea, procesarla, y ofrecer resultados rápidos y confiables automáticamente a gran escala. Los resultados serían enviados al celular del paciente a las horas, y un solo test costaría menos de la mitad de la tasa de reembolso de Medicare o Medicaid (ambos programas de asistencia sanitaria públicos a nivel nacional en los E.E.U.U. para pacientes mayores de edad, o de bajos recursos). Una revolución para el sistema de salud, y para el mercado de las farmacéuticas.

Nadie mejor que un mentiroso para creerse sus mentiras y comunicarlas con certeza. Nada más efectivo que la ignorancia para sentir seguridad cuando se miente, o se habla sin saber. Elizabeth hace gala del engaño y la ignorancia bajo un halo de potencia juvenil e inexperiencia. A veces parece una niña que sueña, cuyas intenciones son buenas; otras, es una manipuladora serial, una especie de American Psycho del terrorismo de mercado. Corta cabezas, negocia contratos millonarios, toca los contactos adecuados y, envolviéndolos con su embrujo discursivo y un tono de voz que va mutando de manera artificial a uno cada vez más grave, logra financiarse para empezar el negocio y abandona Stanford. Se convierte en ese acto inaugural en una dropout, significante de la rebeldía contraacadémica del emprendedurismo de resultados urgentes del universo millennial, y su inherente espíritu de entitlement: una proclama al “yo lo merezco”, porque sí, no por mi esfuerzo. Tamaño desplazamiento de la metáfora conceptual de la land of opportunities, la tierra del trabajo y el esfuerzo, el terreno fértil para las oportunidades.

A partir de este hito, Elizabeth comienza una intensa búsqueda, a menudo obsesiva, por parecerse a otro dropout de Stanford, probablemente el más rico y famoso del mundo: Steve Jobs. Jobs dropped out de Stanford para fundar uno de los íconos de la cultura entrepreneur de Silicon Valley. La startup Apple, durante sus inicios, logró financiarse en base a una idea y solo una idea; muy buena, y con final feliz. Sin embargo, el producto, el Iphone, no estaba listo mientras Steve Jobs lo vendía a millones de dólares a los inversores. Este modo de operación financiera, algo así como “te vendo una idea millonaria, pero dame los millones antes”, se tradujo en uno de los ethos de la cultura emprendedora yanqui y del actual neo-sueño-americano-blanco. Fake it till you make it. Fingí, o mentí y manipulá, hasta lograrlo. Eso hizo Steve Jobs. Presentó, marketineó y vendió una idea a millones de dólares antes de crearla. Finalmente, cumplió. Esto último no le pasa a Elizabeth Holmes.

La tecnología de Theranos no funciona. La opacidad en los manejos de Holmes empieza a levantar sospechas, y a pesar de que la empresa recurre a contratos de confidencialidad permanentes, y a estrategias de micromanaging para perseguir a los trabajadores y mantener las operaciones en secreto, los tiempos corren y los inversionistas quieren ver la máquina funcionando. Trade secret, secreto comercial, responde Holmes a las acusaciones, y obtiene breves prórrogas. En este punto de inflexión aparece el segundo protagonista de esta historia: el inversionista Sunny Balwani, a quien Holmes conoce en un programa intensivo de chino mandarín en Beijing durante su adolescencia. Balwani, con quien -se revela posteriormente- Holmes mantiene una relación romántica y abusiva, invierte 20 millones de dólares en la empresa, y se autoproclama Jefe de Operaciones. Juntos ahora, Holmes y Balwani llevan la estafa a su pináculo, amurallados por los abogados más buitres del condado, y bajo un régimen impenetrable de confidencialidad que no permite ni que los trabajadores ni los inversionistas compartan información sobre la compañía. Balwani, un lobo cincuentón de Wall Street, coachea a Elizabeth y la propulsa como la nueva Steve Jobs. El mercado compra, y Holmes es tapa de Forbes, entre otras. Con gran astucia, Holmes y Balwani aprovechan el repunte para armar un nuevo directorio en el que incluyen, por ejemplo, a George Shultz, ex Secretario de Trabajo y del Tesoro de Estados Unidos. Puliendo cada vez más la narrativa Theranos, la promesa Holmes y Balwani persuaden a nombres honorables para ser parte de la junta, todos con estas características en común: hombres, adultos mayores, blancos y ricos.

Para esa instancia, por el 2014, Elizabeth tiene 25 años, es la C.E.O. de su propia empresa, valuada en 9 billones de dólares, y cuenta con la legitimidad que le conceden los nombres más poderosos de las finanzas. Es una self-made millonaire, una mujer que se hizo millonaria a sí misma y que vino a revolucionar la política sanitaria local. La cultura Silicon Valley la aplaude y la adopta como su santa pagana. La cultura de Wall Street y la aristocracia yanqui la califican como el futuro. Es el nuevo sueño americano blanco. Salvo que queda un grupo por convencer, los antagonistas de esta historia: los científicos.

En 2015, los primeros científicos en romper sus contratos de confidencialidad bajo la figura jurídica de whistleblowers (una especie de “soplones” con protección) son Erika Cheung, investigadora en biología molecular de Berkeley, y Tyler Shultz, licenciado en ciencias de Stanford, y, además, nieto de George Shultz, miembro del directorio de Theranos en ese momento. Tyler Shultz es uno de los primeros en descubrir que The Edison es un mito, y que la mayoría de los análisis son en realidad llevados a cabo por dispositivos SIEMENS. Sin éxito, intenta comunicarle esta información a su abuelo, pero la sagaz Holmes lo persuade antes, a él y al resto de la junta, para que continúen creyendo en la empresa. Erika Cheung, mientras tanto, se contacta con el periodista John Carreyrou, quien ya viene desarrollando una profunda investigación sobre Theranos. A partir de los testimonios recolectados, y los nuevos, que se activan como una gran red de coordenadas encendidas en un mapa subterráneo de misterios y farsas, Carreyrou publica una serie de artículos en el Wall Street Journal que exponen a Theranos con evidencia contundente. El resultado es el principio de la caída de la empresa, de Holmes, de Balwani, y de los inversionistas. En 2019, los artículos de Carreyrou son compilados y editados por Capitán Swing en la non-fiction La mala sangre.

Si bien La mala sangre no ostenta recursos poéticos, la contundencia de los datos la vuelve una narrativa envolvente e imparable: uno no puede más que seguir leyendo y metiéndose en los vericuetos de este caso que habla no solo del sistema financiero norteamericano, sino de los nuevos discursos que actualizan el American Dream, o Nightmare.

Elizabeth es la encarnación de la America’s Sweetheart y el ángel caído, es la representación del sentido común neoliberal, del engaño y la estafa como modos naturales de vincularse. Volverse millonario no tiene que ver con el esfuerzo, tiene que ver con la oportunidad en lo urgente, con el pungueo y la frialdad de un asesino. Elizabeth enfrenta la posibilidad de pasar 20 años encerrada en la cárcel. Balwani también. Fueron declarados culpables de todos los cargos contra los inversionistas, pero inocentes de los cargos contra los pacientes. La plataforma Hulu estrenó a principios de marzo de este año la serie The Dropout, basada en el libro de Carreyrou, protagonizada por Amanda Seyfried como la icónica Elizabeth Holmes, la bruja del American Nightmare que hizo que por primera vez la cultura de Silicon Valley fuera llevada a juicio.



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Gonzalo Zuloaga. Gonzalo Zuloaga nació en La Plata, entre sus diagonales y universidades. En 2017 editó su primer poemario Predicciones del Año Kitsch con Peces de Ciudad. A este le siguió Hackers D.O.S, fanzine co-producido con Jule Gore e ilustrado por Clara Spaltro. Es columnista de la revista trenINSOMNE, escribe para la colectiva Extrañas Noches Literatura Visceral, y comparte poemas en su Facebook y en Ciudad Kitsch su blog personal. Fue ganador de Mención Especial por unanimidad en el Primer Certamen Nacional de Literatura (2016, Conurbana.cult) en la categoría poemario por su obra Resucitando Edipos, publicada en la colección Voces del Cono Sur. Algunos de sus textos fueron seleccionados para su publicación en la revista Monolito Arte y Cultura (Méjico) y las antologías Palabras en Flor (España), En el momento del caos y Al filo del remolino (Ediciones Frenéticos Danzantes, Argentina). Participa en recitales de poesía, condujo la sección #cóctelypoesía en el programa La Terraza por Radio Provincia FM 97.1, y conduce Krakatoa, programa radial que sale al aire todos los sábados, también, por Radio Provincia FM 97.1. Notas de Gonzalo

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