Autobiografía de mi madre - Jamaica Kincaid

Una narradora que nace cuando su madre muere, muerte que es la muerte de su pueblo y su propia muerte en su cuerpo y a la vez la libera de la posibilidad de sentir miedo, en “Autobiografía de mi madre” de Jamaica Kincaid
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Jamaica Kincaid nació con el nombre de Elaine Potter Richardson en Saint John’s, capital de Antigua y Barbuda, en 1949, diez años después de que se aboliera la esclavitud en la isla, la última de las colonias inglesas en abolirla formalmente. Antigua y Barbuda fue colonizada primero por españoles y franceses, luego por ingleses y católicos irlandeses, y recién en 1960 se promulgó una constitución que le permitió comenzar a autogobernarse a través de un parlamento electo democráticamente. Sin embargo, el poder inglés continuó a cargo de los ministerios más decisivos.

Kincaid vivió en la isla con su madre y su padrastro hasta 1965. Al terminar su formación escolar bajo el sistema inglés, a los 16 años, fue enviada a trabajar a Nueva York como au pair. Pero, ¿qué es exactamente una au pair? El sistema inglés la define como una suerte de niñera con cama adentro. Kincaid es un poco más cruel. Dice: una au pair es una sirvienta, es el resultado de una educación colonial, un sistema pensado para ciudadanos de segunda al servicio de una familia rica en otro país, generalmente una potencia. Kincaid describe las experiencias de au pairs como vidas tortuosas que perpetúan la deshumanización, el odio racial y la violación del cuerpo y los derechos de la maquinaria de mano de obra barata que genera el imperio al anclar sus rieles en el mundo. Un mundo que el imperio percibe como propio y listo para su extractivismo. Una au pair, en definitiva, es una neoesclava, y esta es una categoría aplicable a otros mecanismos de nueva dominación que tiene el capital sobre los territorios en vías de descolonización. No solo en Antigua y Barbuda hay neoesclavos, los hay en nuestro país, actualmente sometido por el pie gigante de los organismos multilaterales de crédito, los hay en toda nuestra Patria Grande, los hay distribuidos por europa y norteamérica, cuerpos como pequeñas islas que pasan trapos y lavan vajilla.

Ya en Estados Unidos, Kincaid dejó a la familia para la que trabajaba y empezó a estudiar fotografía y a escribir para diversos medios. Así se fue haciendo de contactos por el Upper East Side hasta publicar Girl en The New Yorker el 19 de junio de 1978. Pero, ¿qué es Girl? Kincaid todavía se ríe de los críticos literarios, siempre obsesionados con la cuestión del género, incluso se ríe de una académica que ha forjado toda una carrera en su nombre llamándola “literatura del trauma”. Kincaid se ríe del concepto, se ríe de la academia. Girl podría ser un poema, podría ser un relato, una lista de recomendaciones que una madre le da a su hija. Lo único que importa es cómo suena. Kincaid desliza el ritmo del caribe en cada construcción, y simultáneamente lo tiñe con la crueldad del metal de la lengua del colonizador. Sus textos son crueles y bellos, su estética es una composición furiosa de imágenes contundentes, precisas, filosas que fluyen en el papel como golpes. Uno va de una frase a la otra como chocándose entre paredes que llevan a un horizonte incierto, que va y vuelve, a veces estamos parados frente a él, a veces estamos del lado opuesto y miramos todo al revés. Es un caleidoscopio en el que todo habla de lo mismo a través de distintos momentos.

Con la publicación de Girl, y la polémica alrededor de su estética, Jamaica Kincaid se rebautiza y se (re)presenta en el mainstream como tal, a pesar de haber cambiado su nombre oficialmente unos años antes, en 1973. Desde ese momento en adelante, fue tres veces candidata al Premio Nobel de Literatura, se mudó a Vermont, y obtuvo un puesto como profesora de escritura creativa en la Universidad de Harvard. No obstante, Kincaid no encuentra este ofrecimiento laboral inocente. Después de todo, muestra una vez más al imperio (en este caso académico) disputarse a la escritora que nunca pisó una universidad para estudiar pero de todos modos accedió a un cargo en ella. Y digo disputarse porque cuando los textos de Kincaid obtuvieron cierta legitimación en Estados Unidos frente al ojo atento de sus intelectuales y formadores de modas, Inglaterra dijo: es nuestra. De Nueva York a Harvard, de Harvard a Columbia, Kincaid se mueve como una intrusa en un mundo que la reclama como propia, la intenta dominar, una vez más.

De varias maneras, estas experiencias emergen sublimadas en el ritmo de autobiografía de mi madre, así el título, sin mayúsculas, editado por La Parte Maldita, y traducido majestuosamente por Inés Garland. ¿Existe alguien que traduzca con mayor precisión y magia que Inés Garland? Yo diría que no. Habiendo leído a Kincaid en su hibridez original, no puedo más que disfrutar con doble consciencia la producción de Garland: la escucho a Kincaid en cada caída, cada estructura textual que bien podría ser un poema lírico, y la escucho a Garland al mismo tiempo, manipulando cada palabra para entramar la música de su estética. ¡Qué gran trabajo de artesano! El texto original está escrito en inglés, pero trae rastros del patois inglés y francés, la lengua de Dominica y su capital: Roseau, donde sucede la historia. Una lengua para cada espacio: para el público e institucional: el estándar; para el privado: la lengua de los cautivos, los ilegítimos.

“Que las primeras palabras que yo dijera fueran en la lengua de un pueblo que nunca llegaría a gustarme o que nunca amaría no es ahora un misterio para mí; todo en mi vida, bueno o malo, a lo que estoy intrínsecamente ligada es fuente de dolor.” Así habla la narradora, que nace cuando su madre muere. La muerte de su madre la libera de la posibilidad de sentir miedo. Su madre había sido una mujer carib, pueblo derrotado y exterminado; a diferencia del pueblo africano, que había sido derrotado pero había sobrevivido. La muerte de su madre también es la muerte de su pueblo, y su propia muerte en su cuerpo. Xuela nace con la cara de la muerte y fabrica engaños para poder existir en su pueblo, en su hogar, y en su cuerpo. Ama todo aquello que ofende, todo aquello que le han enseñado a odiar: su olor, su entrepierna, sus pelos enrulados y crujientes. Se disfraza de sumisa por las mañanas para ir a la escuela frente a los otros siete varones del pueblo africano con los que comparte clase, y frente a su maestra, que la desprecia, porque así son los vencidos: desprecian al igual para despreciarse a sí mismos. Actúan en forma de espejo alimentando un resentimiento ancestral. Xuela rechaza su lugar de mujer, su lugar de amante, su lugar de sirvienta, su lugar de madre. Al no lograr expulsar su bebé por propia voluntad, recurre a un aborto clandestino a través del cual experimenta el dolor de su vida entera, y finalmente, en un torrente sanguíneo, le dice adios al futuro. Su padre es policía, y Xuela ve en él la representación del desclasado: un uniforme que se convierte en su segunda piel. Lo mira y se pregunta: ¿qué es lo que hace girar al mundo? ¿El amor? No. ¿El dinero? No. Los hombres, dice Xuela. La respuesta es un privilegio; la pregunta igual. ¿Cuál habría sido el desenlace de todas las vidas de los conquistados si no hubieran terminado creyendo en los dioses de los que los conquistaron? Xuela camina por delante de una iglesia, ese rito que funciona como un decreto; una iglesia construida metro a metro por personas esclavizadas; muchas de las cuales murieron durante el proceso y fueron enterradas de espaldas al este de modo que nunca tuvieran de frente al sol, la luz. Condenados en su muerte a la oscuridad; oscuridad que Xuela reivindica; después de todo, somos oscuridad. En la misa se escucha un himno, el canto de los fieles puros y apropiados: “Oh, Jesús. No me abandones. Mi amo y amigo.” ¿Es posible la combinación amo y amigo; es acaso deseable? Solo el hombre que hace girar al mundo puede aceptar una doble categoría como esta. Solo un hombre con otro hombre puede ser amo y amigo, y así y todo, en algún momento lo traicionará puesto que será fiel a ese mandato, puesto que él también es amo y amigo de sí mismo y para no traicionarse en algún momento estará habilitado a traicionar a otro. Es el hombre el que pregunta, es el hombre el que contesta, es el hombre el que encuentra campos de gravedad, cartografías imaginarias, lógicas y razones para elaborar, sin ningún tipo de vergüenza, una teoría de la justicia, que, en realidad, en su pragmatismo, opera similarmente a una religión, una moral. Es el hombre el que elabora una teoría de la moral y la presenta como una idea de justicia. Justicia es confabulación, engaño, asesinato en nombre de Dios, en nombre del hombre, en nombre de él mismo. La historia de los otros, los que no somos hombres, nosotrxs, Xuela, los vencidos, los conquistados, los que nacimos sin soberanía, no es un escenario lleno de conmemoraciones, bandas, vítores, medallas. La historia de los otros es un pasado en ruinas. Las ruinas de una decadencia intencionada.

Se dice que algo es inevitable cuando uno se siente impotente. Se dice que algo es beige cuando muere. Los huesos muertos hace mucho tiempo tienen ese tono, uno de los colores de la descomposición. Se dice estoy muy satisfecho de ser quién soy cuando se es inglés, que, en otras palabras quiere decir: ser inglés está entre las primeras herramientas que son necesarias para transgredir en contra de otro. Se dice dama y no mujer como un acto de crueldad que a su vez es elevado a un rito de civilización. Una dama es una combinación de narrativas, make up, distorsiones, y esfuerzo vacío. Una mujer es más breve: dos tetas, una abertura entre las piernas, un útero. Una dama jamás se definiría como una mujer. Una inglesa jamás se definiría con las mismas palabras que una negra. Una negra no tiene un país; tiene, con suerte, una isla: una diminuta isla entre un mar y un océano; y una isla no es un país. Una isla es un pedazo de tierra desperdiciado, un derecho de nacimiento usurpado. El impulso de dominar activa fuerzas. Algunos eligen planicies, otros montañas, algunas esposos, Xuela elige dominarse a sí misma. Es su cuerpo el propio terreno de disputa y acuerdo. No solo su cuerpo, el color de su cuerpo.

Xuela describe a la piel de su padre como el color de la corrupción: cobre, oro, mineral. Un hombre escocés casado con una mujer de los pueblos de África. Y esta distinción entre hombre y pueblos, así como dama y mujer, es fundacional ya que el hombre, además de hacer girar al mundo, bajó de los barcos por su propia voluntad buscando cumplir su destino, una visión de sí mismo, una creación: ser posible. Sin embargo, los pueblos bajaron de los barcos como parte de un todo homogeneizado, sufriente y demonizado, sus destinos escritos por aquel hombre. Cuando la madre de Xuela, también llamada Xuela, nació, fue abandonada en un convento francés. Las monjas la bautizaron como cristiana y le asignaron las características de la dama blanca, no de la mujer negra: cautiva, siempre erotizada, un poco desnuda, presentada en la tradición como un objeto de deseo. Le asignaron timidez, culpa, sumisión, modestia, telas largas que cubrían su cuerpo cual virgen. Aprendió a adorar al hombre cuyo destino era la trata de otros seres humanos y cantar himnos al respecto en la misa dominical. Aprendió todo lo que Xuela desaprende en el desarrollo de su vida cargada de pérdidas y violencia. Kincaid cose con telas viejas esta mortaja de memorias.



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Gonzalo Zuloaga. Gonzalo Zuloaga nació en La Plata, entre sus diagonales y universidades. En 2017 editó su primer poemario Predicciones del Año Kitsch con Peces de Ciudad. A este le siguió Hackers D.O.S, fanzine co-producido con Jule Gore e ilustrado por Clara Spaltro. Es columnista de la revista trenINSOMNE, escribe para la colectiva Extrañas Noches Literatura Visceral, y comparte poemas en su Facebook y en Ciudad Kitsch su blog personal. Fue ganador de Mención Especial por unanimidad en el Primer Certamen Nacional de Literatura (2016, Conurbana.cult) en la categoría poemario por su obra Resucitando Edipos, publicada en la colección Voces del Cono Sur. Algunos de sus textos fueron seleccionados para su publicación en la revista Monolito Arte y Cultura (Méjico) y las antologías Palabras en Flor (España), En el momento del caos y Al filo del remolino (Ediciones Frenéticos Danzantes, Argentina). Participa en recitales de poesía, condujo la sección #cóctelypoesía en el programa La Terraza por Radio Provincia FM 97.1, y conduce Krakatoa, programa radial que sale al aire todos los sábados, también, por Radio Provincia FM 97.1. Notas de Gonzalo

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