El libro del verano - Tove Jansson
Una niña, su abuela y la vida desmenuzada entre los fiordos
Cada vez que ingreso a la vida de una familia de ficción pienso en Tolstoi. Cuánta razón tenía cuando, al inicio de Ana Karenina, nos dice “Todas las familias felices se parecen; cada familia infeliz, en cambio, lo es a su modo” (palabras más, palabras menos de acuerdo con la traducción que tengamos entre manos). Incluso aquellas que no tienen -o muestran-grandes problemas, gestionan sus contratiempos de manera única. Y no viene al caso cómo está constituida esa familia, si es la familia tipo de la que se habla en los estudios demográficos (de las cuales quedan cada vez menos exponentes) o de familias monoparentales, homoparentales, ensambladas, desarmadas y vueltas a ensamblar, si incluyen otros parientes cercanos o lejanos, o si, además de los vínculos sanguíneos son familias unidas por el amor o la amistad. Cada familia es un mundo -valga el lugar común- y sería imposible poder esquematizarlas o meterlas dentro de un molde.
La familia con la que nos encontramos en “El libro del verano” de la escritora finlandesa Tove Jansson (Cía. Naviera Ilimitada /2019) está compuesta por Sophia, una niña de seis años que vive durante el verano en una isla en Finlandia junto a su abuela y su padre. Una abuela que la cobija, la cría, la acompaña, la reprende. Un padre que por momentos sólo aparece como un elemento decorativo, como una presencia sin palabras que pasa desapercibida y cuya interacción con su madre y su hija es casi inexistente.
En esa vida tranquila y apacible que comparten Sophia y su abuela, a veces se entrometen elementos externos que sacuden la apacible cotidianeidad: una niña poco acostumbrada a la vida exterior que saca de quicio a Sophia; una gran máquina que atraviesa el bosque -destrozando sin piedad todo a su paso- buscando un nuevo camino al mar; una lancha con turistas que sacude las olas mecánicamente. Un lugar acostumbrado a la quietud que se ve sacudido por algunas horas, y regresa luego a su vida en soledad, soledad y distancia física, que al mismo tiempo procrea un sentido de comunidad, el de ser parte de un todo a pesar de la lejanía.
Los recuerdos de otros tiempos por momentos asaltan y por momentos abandonan a la abuela, quien se empeña en transmitir a su nieta sus vivencias, utilizándolas como guía e incentivo para que Sophia se atreva a descubrir cosas y vivir nuevas experiencias. Una relación entrañable que va quedando expuesta ante el lector con el paso de las páginas y que muchos podremos relacionar con algún adulto que acompañó la propia infancia.
Un elemento a destacar en la escritura de Jansson es tener entre los protagonistas principales a la naturaleza, en algunos de los textos de “El libro del verano” las personas la acompañan en ocasiones como meros espectadores de la realidad en la que es ella quien decide y dirige. La historia de los personajes como excusa para hablar de la naturaleza, de su profundidad, de la vida que emerge y desaparece en ella, del clima, del amanecer, de la noche, de los animales. La conciencia de los personajes humanos relacionada al espacio que habitan y al que consideran y tratan como a un igual, da cuenta de un estilo de vida en el cual se crio y vivió la autora. La vida aventurera, enfrentando el clima y el terreno por momentos inhóspitos, por momentos acogedor. El descubrir lugares y la transmisión de historias, aventuras, recuerdos y saberes que se pasan de generación en generación.
“El libro del verano será para muchos -y aquí me incluyo- un grato descubrimiento y la puerta de entrada a la literatura finesa, de la mano de una de sus más reconocidas autoras. Un descubrimiento que llega de la mano de la exquisita traducción realizada por Christian Kupchik, quien también tuvo en su mano la tarea de escribir el prólogo en el cual nos presenta a Tove Jansson y a su escritura, dándonos a los lectores certeras indicaciones que nos guiarán a través del texto.
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Soledad Hessel.Editora/Redactora de trenINSOMNE. Periodista. Siempre supo que las palabras eran lo suyo. Escribe y lee desde que recuerda y tiene una pasión por los libros como objetos de culto. Conductora del programa radial "A la vuelta de la esquina" por radio La Desterrada. Columnista de literatura y cultura en medios gráficos y radiales. Fue corresponsal del diario La voz de Santa Cruz y de la Revista En acción de La Plata en la Ciudad de Córdoba. Además, fue miembro del Comité de Redacción y Editora del Boletín de Divulgación Científica de la Universidad Nacional de Córdoba. Notas de Soledad
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