Carlos Fonseca: "Uno no puede escapar de su biografía"
En su paso por Buenos Aires conversamos con el novelista costarricense Carlos Fonseca sobre su primera novela “Coronel Lágrimas”
La curiosidad mató al gato, y los representantes de Anagrama en Argentina plantaron la espina: “Fonseca está en Argentina y está dispuesto a contarlo todo”, rezaba el tweet que nos hizo cantar primeros “queremos entrevistarlo”. ¿Qué era lo que Carlos Fonseca, el autor más joven del catálogo de narrativa de la editorial española, tenía para contar? Trabajando en Londres, nacido en Costa Rica, con una adolescencia vivida en Puerto Rico, con estudios de posgrado en Princeton con grandes maestros de la literatura mundial, incluyendo a nuestro Ricardo Piglia – quien se llena de orgullo de buen maestro cuando habla de él y de su trabajo-, llegó al país para participar de un congreso sobre Ciencia y Literatura. Lo que nos cuenta sobre su ponencia sobre los viajes antropológicos en América Latina nos entusiasma y descubrimos que Fonseca, ex futuro matemático, tiene mucho, y bueno, para contar.
Su vida gira actualmente alrededor de las letras, a la actividad académica que desarrolla en Cambridge se suma su trabajo intensivo en crítica literaria, en lecturas históricas, en escribir su nueva novela, pero esto no fue siempre así. Las letras no eran parte de su proyecto de vida en su adolescencia, en cambio los números eran su pasión. Junto a su grupo de amigos jugaban al fútbol, como todo adolescente en Latinoamérica, y soñaban con ser matemáticos. Hasta que alrededor de los quince años comienza a leer intensivamente y cambia de rumbo: decide estudiar filosofía.
“No puedo decir que empecé a escribir, como esos autores que leo que empezaron a escribir a los ocho años y se me abren los ojos así de fascinación, porque mi trayectoria fue otra –empieza a contarnos Fonseca. Hasta los quince o dieciseis años estaba seguro de que iba a ser matemático, y algo ocurrió a esa edad que empiezo a leer, filosofía principalmente, y digo: “ahora quiero estudiar filosofía”. Pero de repente me doy cuenta de que lo que me interesaba realmente de la filosofía era la escritura de los filósofos. Si estaba leyendo a Nieztche, me gustaba la parte ficcional, la parte más poética de Nieztche. Si estaba leyendo a Kierkegaard, la parte poética de Kierkegaard. Y así, poco a poco, fui adentrándome en la literatura hasta que alrededor de los diecinueve años, leyendo a Faulkner y a Clarice Lispector me dije: esto es lo que quiero hacer. A los veinte o veintiún años intente, por primera vez y muy osadamente, sentarme y plantearme “quiero decir algo”.
- ¿Y qué comenzaste diciendo a los veinte años?
- Lo mismo que mis lecturas decían. Si estaba leyendo a Faulkner creía que esa era la literatura con mayúscula, entonces la replicaba un poco. Lo mismo con Clarice Lispector. Escribí una primera novela muy faulkneriana, muy a lo Rulfo, o a lo Onetti, que eran mis lecturas de entonces. Se la pasé a un amigo y me dijo ´está bien pero son tus lecturas´. Esa novela nunca la publiqué. Dos años más tarde intenté nuevamente y el resultado es la novela que publiqué hace un año.
Esta novela de la que nos habla y que se publicó en febrero de 2015, es Coronel Lágrimas, una historia que atrapa desde el primer párrafo, con un personaje que ha decidido abandonar la vida pública y dedicar sus últimos años a llevar adelante un proyecto enciclopédico: escribir la historia universal en clave íntima. Contando un día en la vida del Coronel, repasa su existencia completa y junto a la historia personal se repasa la historia del mundo durante el convulsionado siglo XX. A través de un narrador plural e intrusivo, incluso físicamente, conocemos a un hombre que, poco a poco nos va mostrando su desazón y la soledad que lo acompaña, elegida pero, finalmente, no deseada.
- Cuando nos presentás en la primera página al Coronel Lágrimas, lo vemos sentado a una mesa, agachado, con el humo del tabaco, el café, la pluma, obsesivo con este trabajo que está haciendo, ¿tiene algo tuyo el Coronel?
- Si algo tiene mío el Coronel, a pesar de ser un hombre de ochenta y tres años y al momento de escribir la novela yo tenía veinticuatro, es precisamente eso que tú dices de la obsesión. Me interesan muchísimo las poéticas de los obsesivos, que creo es un poco la historia de la novela moderna. Se podría decir que la novela moderna nace con El Quijote, un gran hombre de ideas fijas. Y así mismo uno podría trazar el S XIX, Moby Dick, con el capitán Ahab. Podría trazar algunos de los personajes del propio Faulkner como el Coronel Sutpen en ¡Absalón, Absalón! Gente obsesiva. Y cuando empecé a escribir la novela, pensaba al Coronel como una suerte de figura borgiana, o casi como el propio Borges, obsesionado con la literatura y con un proyecto.
El Coronel Lágrimas no es un personaje totalmente ficticio, basado en la vida del matemático Alexander Grothendieck, sigue su derrotero a lo largo de grandes hechos históricos de los cuáles fue partícipe, de algunos sin siquiera tener mucha consciencia, que influyeron en su destino ermitaño. Pero, ¿quién es el Coronel Lágrimas? “Para esa pregunta tendría dos respuestas – nos dice Fonseca-. La primera es biográfica, en el sentido de que el Coronel Lágrimas está basado en Grothendieck que fue uno de los grandes matemáticos del S XX pero que tuvo un proyecto biográfico muy particular”. Si buscamos la historia de este hombre, nos encontramos con que Grothendieck es hijo único de un anarquista ruso-judío y una periodista alemana, también anarquista, una pareja muy politizada que decide participar en la Guerra Civil Española, y por esto dejan a su hijo en manos de una familia adoptiva. El inicio de la Segunda Guerra Mundial encuentra a la familia separada: el padre en un campo de concentración (morirá en Auschwitz en 1942) y a la madre y el hijo juntos en Francia, en un campo para refugiados alemanes que le permitirá a Alexander estudiar. “Grothendieck emerge en los ´60 como el matemático más brillante de Francia y probablemente del mundo con su ´Teoría de las Categorías´ que es una especie de meta teoría global - amplía Fonseca. Después se politiza en Vietnam, va a Hanói a dar clases de matemáticas, como una especie de acto pacifista dentro de la guerra, pero termina sus días convertido en un ermitaño”.
Esta historia de vida tan particular despierta en el autor la curiosidad: “me interesaba saber cómo un hombre que había estado tan envuelto en la vida política del siglo terminaba como una especie de ser asocial, con este proyecto que tuvo durante los últimos días de su vida, que era construir una enciclopedia filosófica, matemática, como una meta teoría”; y la relaciona enseguida con la historia mundial y de ahí al Coronel Lágrimas hay sólo un paso: “cuando leí esa vida me dije ´esto es parecido a lo que le pasó al siglo´. El siglo empezó como muy adicto a la acción política y acabó adicto a la información. Ahora almacenamos información, creamos ese tipo de enciclopedias borgeanas pero no tenemos claro cuál sería la relación entre eso y lo real. El Coronel es un poco el que explora esa tensión, entre vida e información, entre teorías y vida, entre teorías y acción”.
Y este Coronel, al igual que el personaje que sirvió de inspiración, es un ser pasional, ha vivido su vida con intensidad y un día, sin que medie, aparentemente, razón alguna, decide dejar el mundo público y meterse en su interior para llevar a cabo un proyecto casi imposible. Pero la esencia vital de este hombre no ha cambiado. Tiene “los ojos encendidos por una pasión que desconocemos” nos dice Fonseca al inicio de la novela y en la charla nos revela que hay un amor secreto en la vida de este hombre, el cual recorre las páginas de la historia de una manera subterránea, y aquí aparece otra de las preguntas que el autor busca responderse con la escritura de esta novela: por qué un hombre que en cierto sentido fue tan pasional, que vivió la vida de manera tan intensa, con tanto viaje, de repente decide separarse de esa mujer y decide irse a vivir a Los Pirineos. Esta mujer, desconocida y ausente, se relaciona con las divas alquimistas que son los personajes de su enciclopedia y con todas las mujeres que, de una manera u otra, han pasado por su vida. “Pensé originalmente esconder al final, muy al final, la clave de un amor perdido. Las mujeres toman un rol fundamental, si hay personajes fuertes en esta novela son todas las mujeres. Son estas mujeres alquimistas que batallan por crear otro tipo de ciencia, otro tipo de historia en un momento histórico donde a la mujer no le estaba dado una posición social tan relevante. Creo que en cierto sentido la novela puede ser leída como un homenaje a su madre. La madre es la que regresa a fines de los 60 y prende el televisor, y cuando entran las imágenes de mayo del 68 es el momento en el que el coronel realmente se politiza. La madre o la figura femenina es fundamental”.
A medida que el día avanza en la casa de Los Pirineos, vamos descubriendo que ese hombre arrogante y seguro de sí mismo de las primera horas de la mañana es en realidad un hombre sólo que se arrepiente de algunas de las cosas que hizo en su vida y lo han llevado a este momento. No haber tenido un amor que se mantuviera en el tiempo, no haber tenido un hijo, no tener un legado que dejar. Y que este proyecto titánico en el cual se ha embarcado es la única y la última oportunidad de dejar una herencia.
Las obsesiones sobrevuelan la charla, y son la referencia indiscutida para hablar de lo que rodea a la literatura y la escritura. “Para mí la literatura sería la travesía a través de las obsesiones íntimas de cada uno y ver cómo pueden coagular en imágenes narrativas o en ficciones. Me interesa mucho esa idea de la literatura como proyecto donde lo conceptual y lo emocional se mezclan. La literatura va por ahí, por la noción de que hay ciertas obsesiones que produce el mundo moderno y los personajes tratan de canalizarlas”. Y la escritura aparece también como proceso catártico de estas obsesiones. “Mis obsesiones aparecen en lo que escribo, tal y como el Coronel escribe su vida propia en clave íntima, todo muy cifrado, creo que en el libro aparece aquí y allí cosas muy mías, muy íntimas, pero obviamente siempre cifrado siempre en clave. La biografía es a lo que uno no puede escapar”.
Soledad Hessel.Editora/Redactora de trenINSOMNE. Periodista. Siempre supo que las palabras eran lo suyo. Escribe y lee desde que recuerda y tiene una pasión por los libros como objetos de culto. Columnista de literatura y cultura en medios gráficos y radiales. Fue corresponsal del diario La voz de Santa Cruz y de la Revista En acción de La Plata en la Ciudad de Córdoba. Además, fue miembro del Comité de Redacción y Editora del Boletín de Divulgación Científica de la Universidad Nacional de Córdoba. Notas de Soledad