Se sube al tren: Mariana Finochietto

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Hoy se sube a nuestro tren la poeta Mariana Finochietto de quien compartimos uno de sus poemas más queridos

- ¿Cuándo y por qué comenzaste a escribir?

- Empecé, como casi todo el mundo, desde muy chica. Leía mucho, la literatura estaba ahí, para mí, en la biblioteca pública, porque no hubo libros en mi casa. Pero, entre todos, un libro de Roberto Themis Speroni fue lo que detonó mi cabeza. Eso era decir, eso era poesía. Eso era palabra y significado, era un idioma ajeno pero también mi propio idioma. Con la maternidad, a los 23, dejé de escribir, me ganaron los mandatos, el apuro por vivir lo urgente. Hubo que pagar el precio, también, por silenciarme: fobias, ataques de pánico. A los 40, otra explosión: un juego de competición y escritura con un amigo. Y ahí supe que podía unir los mundos, que había un hueco en la rutina donde podía decir, donde la poesía encajaba. Y la encajé.

- ¿De qué se nutre tu escritura?

- Soy una gran observadora, y me gusta mucho escuchar. Pero además, todo el tiempo que no escribí me dio espacios para experimentar sensaciones. Conozco la maternidad, la ternura, las separaciones, el amor y el desamor, la muerte, el hastío, la indiferencia. Conocí el rencor y el perdón, la culpa, el deseo. Reflexiono sobre la femineidad, y el tránsito de las mujeres por las distintas etapas, sobre todo en esta que experimento, la llegada a la vejez. Todo es material, todo es poema, todo lo que vemos y transitamos está aquí para nosotros.

- ¿Tenés rituales a la hora de ponerte escribir?

- Quise tenerlos. Me armé un estudio con libros y plantas en la ventana. Pero mis tiempos me apuran, y ahora sólo tomo el celular y escribo en el muro de Facebook. Ése es mi boceto. Freno el mundo y escribo. Si hay que corregir, corrijo, si no me gusta, presiono eliminar y desaparece. Mi familia ya sabe que si aparece el poema, tengo que escribirlo, y ese tiempo no se cede por nada.

- ¿Hay algún tema que aún no te animaste a enfrentar con tu escritura?

- Creo que no me ha quedado ninguno en el tintero. Muchos, que me eran más complejos de transitar, los he tomado desde el humor, que es una gran herramienta para dar rodeos y llegar al punto. Los temas que deban aparecer, llegarán. Tengo, sí, una deuda con la narración, es una idea con la que siempre coqueteo.

- Te doy una bola de cristal para ver el futuro, ¿cómo te ves?

-Me imagino viejita, canosa, con el pelo largo, ojalá que muy divertida, en una casa chica de ventanas muy grandes, donde pueda charlar de poesía y esperar a mis nietos. Tiene que haber un cerezo en el jardín, y mi marido preguntándome que quiero cenar. Me veo feliz. Ojalá la Mariana del futuro tenga una vida parecida a la que tengo, pero con algunas ligeras variaciones.

- Hoy ¿por qué escribís?

- Gran pregunta. Escribo porque es una manera de plantarme entre las cosas, como pararme cuando me despierto: un acto natural, que casi ni se razona, pero se sabe, -si se piensa bien- que inicia el día.

- ¿Cuál es la historia detrás del texto que publicamos?

- Este poema es uno de muy queridos, de esos que leo divirtiéndome y que siempre, cuando me acompañan los míos a alguna lectura, les saca una sonrisa.


Soy mujer y soy triste:
buen dato para mi biografía.
Soy mujer, soy triste, y soy poeta,
y llevo en las manos un puñado de hijos
como quien lleva en la mano una flor.
Tengo un hombre al que quiero
y que suele quererme,
cuando dejo de estar triste
y escribo poemas de amor.
Si no escribo,
me han dicho,
puedo ser bastante irritante.
Pero bien.
Soy mujer y soy triste y escribo
para ser más feliz.
Tampoco es cierto.
Pero puedo mentir,
porque al fin y al cabo
soy poeta
y se ha dicho que escribir presentifica
y yo quiero
el presente que queremos todos.
Sonreír porque sí cada mañana,
abrazar a mis hijos, a mi hombre,
y escribir "soy feliz"
en una hoja.