Se sube al tren: Denise Griffith
Se sube al tren la escritora, editora y traductora Denise Griffith, y nos presenta una serie de sus poemas
- ¿Cuándo y por qué comenzaste a escribir?
- Comencé a escribir a los once años por un concurso literario. En mi familia también me leían mucho, aunque no hay nadie que escriba o haya estudiado Letras. Siempre me gustó probar hobbies nuevos y cuando anunciaron el concurso de un cuento en la escuela me dio curiosidad conocer algo más sobre mí, en ese caso si era buena para la escritura. Obtuve buenos resultados y me di cuenta de que no había límites para la imaginación, a diferencia de los que había en la vida cotidiana por todos lados. Tener un mundo donde hacer lo que yo quisiera me parecía lo más hermoso del mundo. Recuerdo también una anécdota de tercer grado: la maestra de Lengua estaba hablando de una historia y yo me quedé colgada y me llamó la atención diciendo “Llamando a la Luna. Volvé a la Tierra, Denise” pero yo simplemente estaba pensando en lo que ella decía. Quisiera agregar que durante tres años de mi adolescencia me costó mucho hablar. Por cosas que me pasaron, manejaba un nivel de inseguridad con el cual no me animaba a decir “hola” en un ascensor o pedirle un útil prestado a un compañero. Pero sentía emociones muy intensas y la necesidad de canalizarlas en algún lado.
- ¿De qué se nutre tu escritura?
- Mi poesía se nutre de dos cosas: lecturas que después del pasar de los años me siguen conmoviendo y mis propias vivencias. Recuerdo siempre que a estos textos los leerán otras personas e intento crear algo que les pueda hablar. Asimismo, por momentos siento que soy más valiente en mis escritos que en la vida real. También escribo narrativa, género anterior en mí a la poesía, y los temas que toco van mucho de los miedos y los nuevos conflictos del siglo XXI.
- ¿Tenés rituales a la hora de ponerte escribir?
- No tengo.
- ¿Hay algún tema que aún no te animaste a enfrentar con tu escritura?
- Si hablamos de temas difíciles emocionalmente, experiencias traumáticas propias. De alguna manera aparecen en mis textos, se materializan en un tono oscuro o ciertas imágenes, pero nunca con nitidez.
- Te doy una bola de cristal para ver el futuro, ¿cómo te ves?
- Supongo que hablamos de un futuro distante así que me veo a los setenta años escribiendo y apostando también por las nuevas generaciones, tratando de motivarlas y acompañarlas. Por otro lado, si tengo hijos, me encantaría poder inculcarles mi pasión.
- Hoy ¿por qué escribís?
- Estoy enamorada de las palabras y la literatura. Es un amor que no entiendo muy bien cómo surgió. No sé si es una obsesión hasta algún punto. Para mí, no hay distancia entre una palabra y un sentimiento. Me cuesta separar la realidad de la ficción. Ni hablar de que cuando morimos nuestro arte queda para el resto y para mí eso es un poco como seguir existiendo.
- ¿Cuál es la historia detrás de los textos que publicamos?
- Son poemas que tienen que ver con atravesar una soledad muy dolorosa. Si hay imágenes fuertes, no son hipérboles. Yo misma la experimenté así.
"Sin pestañas"
"Cristo te ama |
yo ya no" |
dice la leyenda en la pared de un callejón |
me gustaría saber qué vio mi amiga |
antes de culminar en el suicidio por pastillas |
si el mar |
el cielo |
la desintegración |
o tal vez |
un rostro en particular |
con cada evocación |
un cansancio me aplasta |
me achancha |
e interrumpe el duelo |
no se oye gemir al tiempo |
no se ve parir a la inclemencia |
cataratas de realidad caen sobre mí |
yo respiro aún |
en la celebración de la vida |
yo brindo con agua |
los ojos se me irritan y me voy quedando sin pestañas |
"Juventud desvencijada"
anotó su nombre y número |
en un billete de cien pesos |
y lo invirtió en mi regalo |
me dijo que el billete volvería a mí |
en el momento indicado |
hasta entonces hasta luego |
y el papel regresó diez años después |
para encontrarse con nada nuevo en el horizonte |
solo una parte de mi juventud desvencijada |
hastiada, rara, putrefacta |
con un reloj de los noventa en un cajón |
que antes daba la hora pero ya no |
y solo sirve para guardar chicles |
para calmar los nervios |
algún día alguien nos bajará el sol y no la luna y nos quemaremos |
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