Se sube al tren: Angie Pagnotta

Angie Pagnotta

Hoy se sube a nuestro tren la escritora y periodista Angie Pagnotta y nos presenta su cuento "Con vos al espacio"

- ¿Cuando y por qué comenzaste escribir?

- Nunca sé definir bien el momento exacto pero cada vez que pienso en eso, me acuerdo del diario que empecé a escribir cuando tenía 7 u 8 años. Me acuerdo que era con corazones, candado y que las hojas estaban perfumadas. Me concentraba en ser prolija y cuidadosa porque era un diario muy delicado. Supongo que comencé a escribir por la frustración de no saber dibujar, sí me gustaba pintar y hasta me sentía capaz de hacerlo pero para dibujar era un desastre y mi hermana lo hacía muy bien. Entonces, para hacer algo distinto, empecé a hacer collages con las palabras y después me largué a escribir pareceres, pensamientos y cosas que me pasaban durante el día. En algún momento todo eso tomó forma de poesía o relatos cortos y conservo muchos de esos escritos de cuando era niña y adolescente. Mirándolos años después algunas frases me parecen hermosas, sobre todo por la frescura.

- ¿De que se nutre tu escritura?

- De las lecturas, principalmente, ocupo mucho tiempo leyendo autores contemporáneos y clásicos. Me gusta indagar en autores que les gustan a mis escritores favoritos y entonces llego a ellos con el foco puesto en absorber y aprender todo lo que pueda. Además de las lecturas, mi escritura se nutre del deseo, de la pasión, del amor, del miedo, de la identidad, la memoria, los recuerdos y de la oscuridad de los personajes que invento y aunque esas puedan ser aproximaciones, es algo que todavía estoy descubriendo.

- ¿Tenés rituales a la hora de ponerte escribir?

- Trato de no tener distracciones, eso es lo que más me cuesta porque soy dispersa y me voy interesando y desinteresando fácilmente. Los rituales tienen que ver con tener mi cuaderno de notas, la computadora y, en otros casos, la máquina de escribir que heredé de mi padre. Últimamente estoy escribiendo con notas de voz y lo disfruto porque es espontáneo, no me planteo un interlocutor sino el descubrir mi voz pronunciando lo que escribiría en papel. Es un ejercicio interesante. De todos modos, donde más cómoda me siento es en una máquina de escribir o en la laptop.

- ¿Hay algún tema que aún no te animaste a enfrentar con tu escritura?

- Por ahora no lo veo, es decir, no concebí ningún tema que no haya podido enfrentar, no porque haya escrito demasiado (nunca es demasiado) sino porque no me topé con algo que pudiera identificar de tal forma. Creo que, como en muchos aspectos de la vida, no debería haber prohibiciones ni miedos. Creo que es mejor atravesar las cosas, —las que sean— y pasar a lo siguiente.

- Te doy una bola de cristal para ver el futuro, ¿cómo te ves?

- Leyendo más que ahora y escribiendo mejor. Con muchas más herramientas y con el camino que pasé como un aprendizaje de lo que para ese entonces, puedo ser. Acompañada de los amigos y colegas que admiro y con la misma energía y pasión que tengo ahora.

- Hoy ¿por qué escribís?

- Por mí, aunque suene egoísta, pero es así: escribo por mí porque no puedo concebir la vida sin hacerlo, escribir es lo que me eleva, lo que me da respiro, lo que me acerca a mí sin máscaras. Porque no podría no hacerlo, porque necesito hacerlo y sobre todo, porque quiero. No existe, al menos para mí, un lugar donde no haya literatura o la posibilidad de escribir. Entendí que mi felicidad es ésta, mi felicidad es escribir.


"Con vos al espacio"

Para Tommy, por todo.

Después, nos fuimos. Subimos al tren y recién a la media hora de iniciado el viaje, nos abrazamos y nos dimos cuenta de algo: todo había quedado atrás: los terceros, los planteos, el trabajo, los apuros por dejar todo prolijo y los conflictos que de rebote nos salpicaron: todo; todo, detrás. Nos mantuvimos abrazados un instante y nos tomamos de la mano y ese acto — prácticamente involuntario—, se estableció como símbolo de no soltarnos más, de no volver a retroceder. Observamos el paisaje. Respiramos aquel aire de salvación y de vida, pusimos música en nuestros oídos y nos dejamos abrazar por el tiempo y el movimiento del vagón que iba a una velocidad indescifrable. Al mirar por la ventana, vimos témpanos de verde, pradera, montañas, desniveles de texturas y un cielo inmenso, precioso, que rompía con sus rayos cada centímetro de tierra roja, dejándola molida. Algunas horas más tarde nos pusimos a conversar sobre lo ocurrido; sobre ese fantasma que se había vestido de negro y que, finalmente, había quedado a kilómetros luz en el pasado. ¿Te das cuenta de todo?, pregunté. La paz había llegado. Ya no nos opacaría más aquel loop de ausencia que tenía que ver más con la muerte que con la vida o el amor. También hablamos sobre el presente —el único tiempo que verdaderamente importa— en cómo nuestro ahora se había construido de esta forma y en cómo se había dado nuestro universo, pero —sobre todo—, en cuan vital había sido confiar en nosotros mismos y en lo que sentimos, porque ese “pequeño” paso había sido el motor de encuentro con la verdad. Lo que estábamos viviendo era un reflejo de lo que habíamos deseado y de aquello que necesitábamos para afianzar aún más nuestros pies ¿Y qué otra cosa se necesita para volar, más que el amor? Ante el arrebato de felicidad nos besamos y nuestros labios, como galaxias, estallaron. Nubes de colores se desprendieron por nuestras bocas y mil planetas desprendieron sus volcanes sobre nosotros; todo se tiñó de mil texturas y los destellos de cielo quedaron flotando en el aire. Próxima estación, anunciaron por el altavoz, y nosotros estábamos más allá de las estrellas. Con vos hasta lo más lejos que exista en el camino, le dije a Tommy en el oído, y de la mano caminamos más fuertes que nunca, más enteros, más unidos.


* Cuento escrito originalmente para el blog “No será mucho”.