La perra de mi vida - Claude Duneton

La perra de mi vida - Claude Duneton

El otro día luego de haber podido conseguir un turno de milagro con un conocido osteópata de la zona de Belgrano, previa súplica a su secretaria con la promesa de que si me daba el tan preciado turno, le daría mi alma y un riñón a cambio, logré llegar puntualmente a la cita para encontrarme con que el señor, llegaría hora y media más tarde. Luego de morderme la lengua y tragarme el sapucai que llevaba en mi interior, le dije con una sonrisa a la secretaria: No hay problema, me doy una vuelta y vuelvo a esa hora…(sepan entender, la secre me intimidó, era igual a la Tronchatoro de Matilda. Soldado que huye sirve para otra guerra, o consigue otra cita con el osteópata). De modo que ahí fui yo a hacer tiempo caminando por Belgrano y obvio…terminé en una librería. Y ahí lo vi, me llamó la atención el título “La perra de mi vida”, lo compré y me senté a tomar un capucchino en el bar de la librería.

(Nota personal: amo esta iniciativa de unir libros con café que llevan adelante los libreros, y eso sin contar que podés leer, revisar y elegir mientras disfrutás de un buen desayuno, almuerzo y cena).

Volviendo al tema, me puse a leer. Antes de abrirlo, tuve un deja vu, ese diseño ya lo había tenido en mis manos: tapa dura, sobre cubierta, etiqueta de “Incluye Ebook”…Malpaso ataca de nuevo y se mete en mi adicción literaria, pero no lo supe hasta comenzar a leer. Era un libro flaquito, casi escuálido pero con la misma calidad de un libraco de lujo. Bien por la editorial catalana que respeta a los libros grandes y chicos, gordos y flacos, altos y bajos.

El libro consta de 103 páginas, pero con letra grandecita. Su autor, Claude Duneton a quien desconocía hasta entonces. El precio, $309,00 (pesos argentinos).

El texto comienza así:

“«¡Rita!» Siempre había que llamarla cuando se la necesitaba. Desgañitarse hasta desgarrarse la garganta: «¡Ritaaaa! ¡Riiiiiiiita!». Nada. El grito se perdía entre las hojas, con un débil eco al fondo del pequeño valle. Y de pronto surgía a toda velocidad, saltarina, despistada. ¡Siempre caprichosa! Febril, una vez que empezaba a correr. Cuando tomaba impulso, ¡se convertía en una flecha! Arremetía contra los animales, no se la podía parar: «¡Rita! ¡Quieeeta!». Aullábamos, sin apearle el tratamiento de puta o de bicho asqueroso”.

Ya me estaba calentando porque me saca que se trate al género canino como si fuesen esclavos, pero seguí leyendo, así, si tenía que putear al autor, lo podía hacer con todas las de la ley, cuestión de principios que le dicen, y estos principios, me llevaron a la sorpresa de mi vida.

El paralelismo y amor, por momentos disfrazado de un revanchismo vital, entre Rita (la perra) y el protagonista a lo largo de su vida, el lenguaje simple, como quién cuenta en una mesa entre amigos lo que más le ha conmovido en la vida, la importancia de Rita en sus sentimientos y corazón, y sobre todas las cosas, esa última página que me conmovió por la simpleza y profundidad que caló tan profundo en mi corazón, una frase…me dejaron sin habla, en un estado de contemplación de mi propia vida y los bichos que me acompañan y acompañaron en este recorrido.

Confieso que he leído esta pequeña nouvelle tres veces desde entonces, porque no podía creer que en tan pocas páginas, pudiese haber tanta emoción concentrada y encima en un lenguaje tan simple y poético.

El libro lo leí en una hora, y cuando lo terminé, por instinto lo abracé.

Sí, lo sé, leer un libro en una hora es un enunciado que produce nomás al pensarlo, un dejo de escepticismo. Pero sí, hay libros que pueden leerse en ese corto tiempo, y aunque lo difícil es encontrar dentro de ese rango de lectura, algo que emocione y conmueva, es posible.

Si no lo leyeron, se los recomiendo. Aún ahora, cuando escribo esta reseña, se me apretuja el corazón y quiero correr a buscarlo y abrazarlo, porque cuando lo abrazo, abrazo a Rita y a todos mis compañeros de ruta del universo bichezco.



Camila Uriarteche. Lectora solitaria, escritora anónima. Notas de Camila