Los bailarines iconoclastas
En «Carnet de Baile» (cuento contenido en «Putas asesinas»), un implacable Roberto Bolaño daba 69 razones para no bailar con Pablo Neruda.
Se siente en sus palabras la necesidad subterránea y visceral de trascender la figura del más famoso de los poetas chilenos. Una sombra que, ampliada a fuerza de una veneración cuasi unánime, genera la sana resistencia que se gesta frente a lo establecido, dentro de la trinchera que cuestiona lo que para algunos es incuestionable. La propia poesía, para muchos, es incuestionable como reducto de solemnidad y trascendencia, como tallada en mármol a base de declamaciones afectadas. Para estos, la poesía es sagrada.
En una entrevista Roberto reiteró que con Pablo no bailaría, pero con Nicanor Parra sí, «chic to chic y toda la noche».
No es novedad la admiración que Bolaño le profesaba al maestro de la Antipoesía, simpatía que se puede adivinar en su gusto por lo iconoclasta, en ese horadar pedestales tan de Parra, con su serrucho filoso a prueba de poses.
Cómo una persona que superó la centena de años puede mantenerse fresco aún luego de su reciente muerte es algo que solo Parra podría responder. Más bien no lo respondería, le tomaría el pelo a quien se lo preguntara. Recordemos que fue quien escribió:
"QUÉDATE CON TU BORGES"
él te ofrece el recuerdo de una flor amarilla |
vista al anochecer |
años antes que tú nacieras |
interesante puchas que interesante |
en cambio yo no te prometo nada |
ni dinero ni sexo ni poesía |
un yogur es lo + que podría ofrecerte |
Desde aquel «Poemas y Antipoemas» de 1954 (aunque fue publicado 17 años después de su ópera prima, «Cancionero sin nombre») se abrió una rendija dentro de la poesía sudamericana, provocada por el quiebre que este profesor de Física le infligió al panorama poético, que dormía una siesta de grandeza. Compuesto de tres partes que interpelaban gradualmente al canon chileno (Neruda primero, Mistral después) hasta conseguir su propia ecuación: la Antipoesía.
Munido de herramientas prestadas de lo coloquial, del absurdo, de las vanguardias, y de un fuerte espíritu transgresor, Parra había estado durante años buscando una voz, a fuerza de prestar oído, como su hermana Violeta rescatando la música de las raíces a través de los puntos cardinales. Nicanor refractó luces que no eran consideradas tales a los oídos de la tradición poética.
Parra abandonó el mundo el 23 de enero de este año, a los 103 años de edad, sobreviviendo al propio Roberto Bolaño. Indignado, dijo la frase «le debemos un hígado a Bolaño», que falleció a los 50 esperando un transplante.
Como buenos ateos, deben andar en la nada, pero en mi imaginación hay una pista de baile donde ambos se encontraron y bailan, chic to chic, atravesando la noche de los tiempos. Neruda los mira.
Lecturas recomendadas: Putas asesinas, de Roberto Bolaño (Editorial Anagrama) // El último apaga la luz, obra selecta de Nicanor Parra (Editorial Lumen)
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Andrés Olveira. Andrés Olveira busca hacer un poco de todo, porque hacer mucho de una sola cosa le da alergia. Bibliotecólogo, animador a la lectura para niños, compositor, cantante de la banda Ditirambo y del dúo Los Detectives Salvajes (búsquenlos en bandcamp), dibujante ocasional, diseñador de sonido teatral... todas actividades, menos su profesión, a las que se dedica de manera amateur. Para él todo tendría que ser amateur, porque leyó el origen de la palabra y se olvidó de la etimología exacta pero le pareció linda, algo sobre dedicarse a algo con cariño y sin pensar en la plata. Odia la palabra artista y siempre la va a escribir con minúscula, para que no se crea mejor que la palabra talabartero. Ahora quiere hacerle creer a su novia y amigos que es escritor, para de esa manera poder dedicarse al sencillo arte de ver crecer el pasto, meter un descansito, y, quién te dice, tal vez a la venta de tupperwares. Su primer libro se llama “ferrocarriles franceses” y fue editado por Factor 30, una editorial que integra junto a otros amateurs que hacen las cosas por gusto. Notas de Andrés