Alexandra Dillon: El arte de ver en los desechos una oportunidad
Los desechos como insumo transformador del arte
Se estima que cada habitante produce cerca de 1,5 kg de basura diarios. Hay quienes piensan que la basura no es un desecho sino una consecuencia del desorden del ser humano. Recogen lo muerto y le dan vida. Están conscientes de que se debe usar todo lo que se encuentra en el entorno. A partir de esto se han generado distintos proyectos e intervenciones artísticas alrededor del mundo.
La utilización de estos materiales de desechos, definidos como aquellos que se amontonan y cuya función para la que fue producida a caducado, estimula al artista para buscar obras que resulten atractivas o llamativas, que al mismo tiempo lo sean por estar fabricadas con material reutilizado, hecho que repercute a favor de la naturaleza y del medio ambiente. Puede por tanto concebirse el arte reciclado como la expresión artística de una evolución de los materiales, como una manifestación del potencial que se esconde bajo la apariencia de un material que a primera vista podría parecer desechable. Esto plasma y manifiesta en la obra una visión evolucionada del artista que aprecia la singularidad de cada material para renovarlo y adaptarlo a una nueva obra donde adquirirá una nueva función y, muy a menudo, mayor belleza. Es concebir que los materiales en realidad nunca mueren, que es un arte darles vidas más bellas, que la función de un material no tiene por qué ser a la que estaba destinada inicialmente, pues puede cambiar totalmente. De esta manera, el artista que trabaja en el arte reciclado transforma la apariencia de algo feo en algo bello, hace de lo inútil algo útil. Sobrepasar esa apariencia implica considerar al material como nuevo aún siendo viejo, sin tener en cuenta para qué se usó anteriormente.
Me detengo mucho más tiempo frente a estos artistas porque considero que tienen un don que les permite ver la posibilidad de vida cuando la mayoría vemos obstáculos o cuando ya firmamos el certificado de defunción de algo y lo depositamos en bolsas en las puertas de nuestras casas.
Alexandra Dillon
La descubrí navegando por internet y lo que vi me resultó abrumadoramente bello. Pensé, en forma prejuiciosa, en el obstáculo de nuestras diferentes lenguas para entablar una conversación que me permita hacerle una nota. Pero olvidé que hay personas que derriban muros y tienden puentes y Alexandra es una de ellas.
Es nacida en Los Angeles y actualmente reside allí. Después de recibir su título de cine, de UCLA, estudió arte en Studio Cecil Graves (ahora la Academia de Bellas Artes de Florencia en Italia).
Después de muchos años trabajando en lienzos, sintió que necesitaba un cambio, había estado experimentando trabajando en materiales encontrados. La invitaron a una experiencia que sería el génesis de los trabajos que hoy da a conocer, en el que se pedía a los artistas que hicieran arte sobre materiales que habían pasado por un incendio. Alexandra eligió los pinceles.
Mientras me cuenta sobre este aprendizaje, no puedo dejar de pensar en la cantidad de pinceles que embolsé y tiré.
Dice que siempre le ha interesado pintar el drama humano y las caras que transmiten un sentido de la inteligencia y las emociones de las personas. En los retratos de pincel ―agrega―sus personajes irrumpen al igual que a los escritores: aparecen y le dicen quiénes son. No comienza con una idea fija, parece que sale de viaje sobre sus pinceles sin mapa y navega a toda vela por las cerdas sin ningún puerto específico donde encallar. Recién cuando la pieza está hecha, la obra le dice su nombre.
Sin embargo, indica que los trabajos en herramientas son un poco diferentes. Es la yuxtaposición de los fines previstos de las herramientas, más el retrato que crea el significado, y subraya que está muy inspirada para seguir trabajando en esta dirección.
Las caras pintadas de Alexandra están inspiradas en retratos de momias romanas, pinturas de antiguos maestros porque cree, que aunque todos somos individuos, en la mayoría de los casos somos exactamente iguales a los millones de almas humanas que nos precedieron. Me confiesa que uno de sus recuerdos más queridos fue visitar las pinturas rupestres en Sur de Francia:”¡Esos artistas no fueron diferentes a ti y a mí! Me voló la cabeza.” Lo dice y aunque no la veo, imagino fascinación en la expresión de su rostro, de esa que es capaz de contagiar y hasta de inspirar.
En este momento, solo expone su trabajo en su estudio y en su sitio web. Su próxima muestra al público será en Los Ángeles en agosto de 2018, donde se podrán apreciar los retratos sobre pinceles y sobre ensambles de figuras de personas enteras a partir de la combinación de sillas, herramientas y ropa. Me comenta que esto es llevar su trabajo a un nivel completamente nuevo y eso la entusiasma.
Alexandra infiere en la importancia del tiempo para la formación de un artista, que hay que ser pacientes con uno mismo. Dice que algunas personas encuentran su verdadera voz de inmediato, pero para la mayoría es un proceso:” Tienes que saber quién eres antes de poder hacer eso, y a veces eso lleva años, el arte es un viaje de toda la vida, y tienes que comprometerte. Pero vale la pena”.
Hay una vasta bibliografía para definir qué es arte, sin embargo, a mí me magnetizan los testimonios en primera persona, esos en donde todo no está acabado, donde la construcción está en proceso y entonces no puedo dejar de preguntarle a Alexandra :” Los artistas son chamanes. Nuestra creatividad es nuestra conexión con la mente universal. Es por eso que construimos museos que parecen templos. Para mí, el arte es vida. Haré esto hasta el final de mis días”.
Al terminar la nota, pienso en el invierno próximo en estas latitudes y en la leña que debo comprar para enfrentar temperaturas crudas. Me imagino en el sillón con los pies próximos al hogar con un buen libro y una copa de Jack Daniels, pero no puedo dejar de suponer cómo quedarán las paredes con la combustión y que, en primavera, deberé pintar. Pienso en eso y me pregunto qué haré con los pinceles después.
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Corina Vanda Materazzi.Nació en noviembre de 1968 en CABA pero la mayoría de su vida se desarrolló en el Conurbano. Escribe desde que empezó a leer, dice que ambas cosas son como viajar. Como autora reconoce que es un trayecto con postas y que no tiene contrato de exclusividad con ningún destino final. Como lectora se abraza y se deja llevar, como con el tango.A fines de 2015 editó con Utopía HUELLAS y en mayo de este año con Peces de Ciudad VOZ EN OFF, un libro de cuentos, algunos de los cuales obtuvieron menciones en diferentes concursos. Participó de algunas antologías de narrativa y algunas Revistas Digitales como: Kundra, El Narratorio y Kunst.En España colabora con sus textos en un Periódico de Literatura de habla hispana: Periódico Irreventes.Tiene un Blog: Bárbaramente Fea donde están algunos de sus textos. No se imagina la vida sin: hijos, libros, perfumes, sombreros y buen vino. Notas de Corina